(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 116–117, 1 Corintios 11:2–6)

¿ENTIENDE USTED LO QUE ESTÁ LEYENDO?

El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.» Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó: —¿Acaso entiende usted lo que está leyendo? —¿Y cómo voy a entenderlo —contestó— si nadie me lo explica? Así que invitó a Felipe a subir y sentarse con él.

—Hechos 8:29–31

En ocasiones algunas personas me han comentado que dejaron de leer la Biblia porque no la entendían. Por otra parte, hay quienes afirman que, para ellos la Biblia es tan clara, que no necesitan que nadie les ayude a entenderla ¿Por qué para unos es fácil entenderla correctamente mientras que para otros no lo es?

La Biblia es un libro espiritual y debe ser entendido con el espíritu, tal como Pablo lo dice: «el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son una locura; y tampoco las puede entender, porque tienen que discernirse espiritualmente.» (1 Corintios 2:14, RVC). Pero esta no es la única razón. Es importante entender la Biblia respetando el contexto histórico y gramatical del pasaje que estamos leyendo, sin añadir ni omitir nada de lo que dice. En el pasaje que hoy meditamos, un hombre admite francamente que no entiende lo que ha leído. No es que el hombre no sea espiritual, pues el contexto nos dice que él fue a Jerusalén para adorar a Dios. Simplemente le faltaba el contexto histórico y gramatical. Eso también nos sucede a nosotros al leer este mismo pasaje. Por ejemplo, cuándo dice: «la Candace, reina de los etíopes» el contexto histórico aclara que la palabra «la Candace», significa «la reina» y no es el nombre de esa reina; y cuando dice «reina de los etíopes» no se refiere al actual país de Etiopía sino más bien al reino de «Nubia», el moderno «Sudán».

Puesto que, con sus méritos, Cristo nos ha salvado de la condenación eterna, en gratitud, vamos a querer inquirir el contexto histórico y gramatical de cada porción de la Biblia para interpretarla correctamente y no hacerle decir lo que no dice.

Oración:

Señor, tú has puesto tu nombre y tu palabra sobre todas las cosas. Guárdame de interpretarla mal o de torcer su enseñanza. Abre mi entendimiento para comprenderla debidamente y concédeme ser diligente para investigar tanto su contexto histórico como gramatical, que use tu palabra para compartir la verdad y no para confundir con el error, por Jesucristo, tu Hijo que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Lea el Capítulo Completo Aquí