(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 4, Lucas 10:38–42)

JESÚS ES MISERICORDIOSO

Al salir ellos de Jericó, lo seguía una gran multitud. Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”. La gente los reprendía para que callaran, pero ellos clamaban más, diciendo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”.

(Mateo 20:29-31)

Cuando Jesús salía de la ciudad de Jericó para ir a Jerusalén, dos ciegos le pidieron ayuda. Al llamar a Jesús “¡Señor, Hijo de David!”, mostraron que ellos sabían que Jesús era alguien especial. “Hijo de David” fue el nombre dado al Mesías prometido. Anteriormente en el Evangelio de Mateo se nos dijo que la gente estaba asombrada cuando Jesús sanó a un hombre que estaba poseído por un demonio. La gente preguntó: “¿Será este aquel Hijo de David?” (Mateo 12:23).

Debido a su fe en Jesús los dos ciegos siguieron gritando aunque la gente, en la multitud, les dijo que se callaran. Nada los iba a detener para hacer que Jesús oyera su oración pidiendo misericordia. Tenían la seguridad de que Jesús los ayudaría.

Estos hombres le estaban pidiendo a Jesús que sanara sus cuerpos. El cobrador de impuestos en el templo sabía que tenía un serio problema cuando oró: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13). A través de los años esta súplica por misericordia ha venido de la boca de hombres culpables. Oramos con confianza, sabiendo que Jesús, que vino a servir y dar su vida como pago por nuestros pecados, oirá nuestra súplica pidiéndole misericordia.

Oración:

Señor Jesús, míranos con misericordia a nosotros los pecadores, y perdónanos. Fortalece nuestros cuerpos y nuestras almas para que podamos servirte a ti, y unos a otros. Amén.

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