(Lectura de la Biblia en tres años: Deuteronomio 3:1–22, Marcos 15:21–25)

ADORE A SU REY

Vivirá, y se le dará del oro [del país] de Sabá, y se orará por él continuamente; todo el día se le bendecirá. Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; su fruto hará ruido como el Líbano; los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra… Benditas serán en él todas las naciones; lo llamarán bienaventurado.

Salmo 72:15-17

Jesús, nuestro Rey, debe ser alabado. Él vino a nuestro mundo y vivió sin pecado; murió por los pecados de toda la gente. Jesús resucitó del sepulcro para confirmarnos que tenemos la vida eterna en el cielo con él. Verdaderamente Jesús, nuestro Rey, debe ser alabado.

Por causa de Jesús tenemos muchas bendiciones. La bendición más grande que tenemos es la vida eterna en el cielo porque nuestros pecados son perdonados. Pero Jesús también nos da el alimento que necesitamos todos los días. Derrama su Espíritu Santo sobre nosotros y nos guarda en la verdadera fe. Nos da sabiduría para llevar una buena vida en nuestra familia, donde trabajamos, y especialmente en nuestra vida junto con los compañeros cristianos. Nos da muchos dones espirituales para que la iglesia de Dios crezca. Y esas bendiciones no sólo son para nosotros. El autor de este salmo podía decir: “Benditas serán en él todas las naciones”.

El Rey merece nuestra adoración por su gran regalo de la salvación. Debemos adorarlo y acudir a Él en oración cuando tenemos problemas. Debemos agradecerle por los tiempos felices. En agradecimiento a Jesús por vivir su vida por nosotros, damos al Rey nuestras riquezas, “el oro de Sabá”, como ofrenda de acción de gracias. Jesús debe tener lo mejor de nuestro tiempo, nuestros talentos y posesiones.

Participe en alabar al Señor con sus labios y su vida.

Oración:

¡Amén! La alabanza, la gloria, la sabiduría, el agradecimiento, el honor, el poder y la fortaleza sean dadas a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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