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Meditación - 2021 septiembre 12

(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 56–57, 1 Tesalonicenses 4:1–5)

¡CUIDADO CON LA AVARICIA!

¡Tengan cuidado! —advirtió a la gente—. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes.

—Lucas 12:15

El temor a perder los bienes materiales, que hemos recibido como de Dios y que le pertenecen, muchas veces nos juega una mala pasada. ¿Cómo así?

Lo más probable es que, cuando la gente disfruta de mucha prosperidad, llega a olvidarse de Dios, quien es el que se la dio. Esto le sucedió al rey Nabucodonosor y también a los israelitas del Antiguo Testamento. Igualmente puede acontecernos a nosotros mismos y llegar un momento en el que comencemos a jactarnos de que hemos alcanzado nuestra posición gracias a nuestros propios esfuerzos, o porque somos inteligentes e incluso a que hemos trabajamos muy duro. El escritor y predicador Juan Wesley dijo: «Temo que siempre que las riquezas aumentan, la esencia de la religión disminuye en la misma proporción […] La religión debe producir inevitablemente laboriosidad y frugalidad, y éstas sólo pueden producir riquezas. Sin embargo, a medida que las riquezas aumentan, aumentará el orgullo, la furia y el amor del mundo en todos sus aspectos.» Este es un peligro real, tal como la Escritura nos lo advierte: «aunque se multipliquen sus riquezas, no pongan el corazón en ellas.» (Salmo 62:10).

Confiar en las riquezas es pecado de idolatría, tal como Cristo lo enseñó: «Ningún sirviente puede servir a dos patrones. Menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas.» (Lucas 16:13). La avaricia es el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Pablo nos advierte contra esto cuando escribe: «Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores.» (1 Timoteo 6:10). Cuando nuestro afán por no carecer de los bienes, incluso de los más básicos, se interpone con nuestra relación con Dios caemos en este pecado contra el primer mandamiento y por eso somos merecedores de toda la ira divina. Jesucristo vino para salvarnos de la condenación eterna y lo hizo al amar a Dios perfectamente por sobre todas las cosas y al ir a la cruz para sufrir nuestra condena. En gratitud vamos a querer confiar sólo en Dios y no en ningún otro poder como lo es la riqueza.

Oración:

Señor, tu Hijo Jesucristo cumplió la ley en lugar mío y con su sacrificio en la cruz pagó por mis pecados como mi sustituto. Por esos mismos méritos, soy parte de tu pueblo elegido y me has llamado a servirte. En gratitud quiero confiar sólo en sus méritos para estar a cuentas contigo y vivir una vida santa guiado por tu ley moral, contento y agradecido con todo lo que me has dado. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

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