(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 119:73–96, 1 Corintios 12:7–14)

¡CREYENTES, NO SEAMOS CRÉDULOS!

Queridos hermanos, no crean a cualquiera que pretenda estar inspirado por el Espíritu, sino sométanlo a prueba para ver si es de Dios, porque han salido por el mundo muchos falsos profetas.

—1 Juan 4:1

La pandemia del covid19 ha develado muchas cosas que usualmente pasan desapercibidas. Una de ellas es darnos cuenta lo poco preparados que están nuestros gobiernos y gobernantes para enfrentar esta clase de desafíos. Otra verdad que nos enseñó la pandemia es que las cosas pueden sufrir cambios drásticos de un momento a otro. También nos dejó claro que un falso profeta es simplemente eso: un falso profeta ¿Cómo así?

En las últimas décadas han proliferado un sinnúmero de predicadores, “ungidos” y “apóstoles” que a voz en cuello se proclamaban enviados y elegidos de Dios, anunciando que obraban portentos y prodigios. Muy sueltos de cuerpo reclamaban tener el privilegio de recibir novedosas revelaciones divinas. En sus presentaciones aparecían personas que afirmaban haber sido sanadas milagrosamente a través de ellos. Sin embargo, desde el inicio de la pandemia, los tales brillan por su ausencia. Ellos no se han reunido en conclave para organizar una visita a los centros más afectados por la pandemia para reprenderla y expulsarla del planeta ¿Por qué? Simplemente porque no tienen tal poder pues no son profetas ni apóstoles, son falsos profetas (2 Timoteo 3:8).

Jesucristo anunció que en el último tiempo los falsos se caracterizarían por sus señales milagrosas (Mateo 24:11, 24). Eso significa que cuando difunden la falsa doctrina podrán hacer milagros. Por esa razón es necesario someter a la prueba bíblica su enseñanza. Pero para poder hacerlo es necesario que cada creyente conozca la verdadera doctrina sabiendo que el Espíritu Santo nunca actúa separado de la Palabra de Dios, la Biblia: «Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas.» (Efesios 4:14). Puesto que fuimos comprados a un alto precio para ser rescatados de la condenación eterna, en gratitud vamos a querer someter a la prueba bíblica incluso lo que nosotros mismos creemos (2 Corintios 13:5; 1 Pedro 1:18)

Oración:

Aunque merecemos tu justa ira y tu castigo, te pedimos, ¡oh Padre de misericordia!, que perdones nuestro pecado y nuestras muchas rebeliones. Defiéndenos de todo mal y peligro, en nuestro cuerpo y en nuestra alma: Líbranos de doctrinas falsas y perniciosas, y de guerra y derramamiento de sangre, de las tempestades y las sequías, de los incendios, de las epidemias, de la angustia del corazón y del desesperar de tu misericordia. En todo tiempo, sé Tú nuestra ayuda eficaz. Amén.

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