Skip to content

Meditación - 2021 julio 20

(Lectura de la Biblia en tres años: Cantares 3, Gálatas 6:11–18)

LA COMUNIÓN Y LA SANGRE DEL CORDERO

Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.

1 Juan 1:7–9

No es posible tener comunión con Dios sin el evangelio, pues Cristo como evangelio es la luz. Cristo como evangelio es el Cordero de Dios. Cristo murió para cargar con los pecados del mundo entero, tanto de los que pecaron antes de Cristo como de los que vendrían después hasta el fin del mundo: «Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo.» (1 Juan 2:2).

Sí, Jesucristo es el Salvador de todo el mundo pues pagó el precio de la salvación para todos, no solamente para unos cuantos escogidos. Sin embargo, ese perdón se aplica solamente a los que reconocen que necesitan al salvador pues no pueden alcanzar la salvación por sus propios méritos. Aquel que está consciente que solo merece la ira eterna de Dios en el infierno, reconoce su pecado y lo confiesa, al oír el evangelio es limpiado por la palabra en base a la sangre del Cordero: «él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo» (Tito 3:5).

Los creyentes no somos mejores que los no creyentes pues al ser hijos de Adán nacemos pecadores. La diferencia radica en que Cristo nos alumbró y esa luz reveló que solo merecíamos padecer la ira eterna de Dios por siempre en el infierno. Pero que el Cordero de Dios, Cristo crucificado, quien obedeció a Dios perfectamente en lugar nuestro y quien padeció la ira divina en la cruz por nosotros, es el pago suficiente para nuestra salvación. En gratitud vamos a querer reunirnos para confesar nuestros pecados y para confesar que hemos sido perdonados solo por los méritos de Cristo y su vida ofrecida en expiación por nosotros.

Oración:

Señor, Reconozco que soy pecador, que he sido malo desde el vientre de mi madre, y que lo único que puedo hacer es ofenderte, pecar contra ti y merecer toda tu ira. Por los méritos de tu Hijo conviérteme, y seré convertido. Crea en mí un corazón limpio y un espíritu recto que tema tu nombre, te ame con todo el ser y confíe en ti sobre todas las cosas para que, transformado por tu palabra, en gratitud proclame tus maravillas. En tu misericordia, no permitas que yo caiga en ninguna de las tentaciones de mi carne, del mundo, ni del diablo. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

Más Contenido

Meditación - 2019 abril 23

Ver Recursos

Meditación - 2019 diciembre 17

Ver Recursos

Meditación - 2019 diciembre 18

Ver Recursos