Meditación - 2020 enero 30

(Lectura de la Biblia en tres años: Josué 7; Lucas 6:46–49)

LA SABIDURÍA CRISTIANA ES CRISTO

Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría —es decir, nuestra justificación, santificación y redención—para que, como está escrito: «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor.»

—1 Corintios 1:30–31

Muchas personas opinan que la fe cristiana en una forma de ignorancia y necedad que debe ser superada. Por otra parte, algunas personas que se consideran cristianas opinan que la Biblia está en contra del desarrollo intelectual y que lo espiritual va mejor con lo emotivo, «porque la letra mata, mas el espíritu vivifica.» (2 Corintios 3:6, RV60) ¿Es así?

La Biblia es clara en que Dios quiere que seamos sabios y no necios. El Señor quiere que seamos personas entendidas y preparadas tanto intelectualmente como en otras capacidades (Efesios 5:15,17; Proverbios 12:27) Pero necesitamos ser conscientes que hay una sabiduría sana y una sabiduría nociva: «Si ustedes tienen envidias amargas y rivalidades en el corazón, dejen de presumir y de faltar a la verdad. Ésa no es la sabiduría que desciende del cielo, sino que es terrenal, puramente humana y diabólica […] la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera». (Santiago 3:14–17). Sí, la sabiduría que Dios quiere para su pueblo es la sabiduría del cielo. ¿Cómo se la obtiene?

Santiago dice: «Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.» (Stg. 1.5). Sin embargo, eso no significa que la sabiduría será implantada en nosotros directamente desde el cielo. El texto de hoy afirma que Cristo y lo que él hizo a favor de nosotros es nuestra sabiduría. La palabra de Dios nos revela quién es Cristo y qué hizo para salvarnos. Este saber es verdadera sabiduría. La verdadera sabiduría viene del contacto diario con la palabra de Dios, tal como lo afirma el salmista: «¡Tanto amo tus enseñanzas que a todas horas medito en ellas! Siempre están conmigo, y me hacen aún más sabio que mis enemigos y mis maestros. Hasta entiendo mejor que los ancianos» (Salmos 119:97–100, TLA).

Oración:

Señor, tú quieres que seamos sabios y no necios. No puedo ser sabio por mismo, ni siquiera por esforzarme en cultivar mi intelecto. Confieso que mi naturaleza pecaminosa solo puede alcanzar la sabiduría diabólica. Pero tu palabra promete que si pido sabiduría me la concederás. Por eso te suplico que con el poder del evangelio presente en la predicación y la administración del bautismo y la cena del Señor, tus medios de gracia, me afirmes y fortalezcas en la verdadera fe que me suministrará verdadera sabiduría: Cristo, nuestra justificación, santificación y redención. Amén.

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