
El octavo domingo después de pentecostés
(Verde)
Tema del día: Por medio de su Santa Palabra, Dios siembra y fortalece la fe en nuestros corazones. ¡Qué siempre escuchemos esta Palabra salvadora de buena voluntad!
La Colecta: Oh Dios, cuya providencia todo lo gobierna: Te suplicamos humildemente que apartes de nosotros las cosas que nos dañan, a fin de que nosotros, siendo capacitados en alma y cuerpo, llevemos a cabo tu santa voluntad; por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
La Primera Lectura: Isaías 55:10-11 Dios envía lluvia para que la vegetación de este mundo produzca fruto. En la misma manera, la Palabra de Dios siempre va a producir frutos, o sea, resultados: o una persona va a creer en Dios o lo va a rechazar, pero cualquier el resultado, Dios es glorificado.
10Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
El Salmo del Día: Salmo 65
Al músico principal. Salmo. Cántico de David.
1 Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios,
Y a ti se pagarán los votos.
2 Tú oyes la oración;
A ti vendrá toda carne.
3 Las iniquidades prevalecen contra mí;
Mas nuestras rebeliones tú las perdonarás.
4 Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti,
Para que habite en tus atrios;
Seremos saciados del bien de tu casa,
De tu santo templo.
5 Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia,
Oh Dios de nuestra salvación,
Esperanza de todos los términos de la tierra,
Y de los más remotos confines del mar.
6 Tú, el que afirma los montes con su poder,
Ceñido de valentía;
7 El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas,
Y el alboroto de las naciones.
8 Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas.
Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.
9 Visitas la tierra, y la riegas;
En gran manera la enriqueces;
Con el río de Dios, lleno de aguas,
Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones.
10 Haces que se empapen sus surcos,
Haces descender sus canales;
La ablandas con lluvias,
Bendices sus renuevos.
11 Tú coronas el año con tus bienes,
Y tus nubes destilan grosura.
12 Destilan sobre los pastizales del desierto,
Y los collados se ciñen de alegría.
13 Se visten de manadas los llanos,
Y los valles se cubren de grano;
Dan voces de júbilo, y aun cantan.
La Segunda Lectura: Romanos 8:18-25 La gloria que nos espera en el cielo es tan increíble que los sufrimientos de este mundo son insignificantes en comparación con ella. Nosotros los hijos redimidos de Dios esperamos con anhelo el fin del mundo en que recibiremos la gloria que Cristo ganó por nosotros.
18Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. 19Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. 20Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
El Versículo: ¡Aleluya! ¡Aleluya! Pues, la Palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la guardes. ¡Aleluya!
El Evangelio: Mateo 13:1-9,18-23 Dios siembra en nuestros corazones su santa Palabra la cual es la única cosa que puede producir fe en el corazón. Si una persona rechaza a Dios, no es que la Palabra no tiene suficiente poder. El la que rechaza tiene la culpa. Entonces, así como dijo Cristo: El que tenga oídos, que oiga.
1Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. 2Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. 3Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 5Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 6pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. 9El que tiene oídos para oír, oiga.
18Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: 19Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. 20Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 22El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 23Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.
EL ESPÍRITU SANTO PRODUCE EN NOSOTROS LOS FRUTOS SIN CESAR
Siempre que tenemos la oportunidad de predicar la parábola del sembrador analizamos cada una de las situaciones y personas donde la Semilla cayó, pero en esta oportunidad vamos a centrarnos en el último versículo de este evangelio para hoy, 23Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno. Nos centraremos en este versículo porque tiene que ver con nosotros los creyentes donde el Espíritu Santo abonó una buena tierra para sembrar la Palabra de Dios, usando la Ley y el Evangelio haciendonos oír, entender y creer que toda la Escritura es útil para nuestra vida en este mundo. Para entender un poco más la enseñanza de este día quiero que miremos a un personaje que aparece en 1 Samuel 1, Elcana, este hombre, padre del profeta Samuel tenía dos esposas, todos nosotros podemos imaginarnos como era la vida de este hombre que creía que hacía bien al tener dos mujeres y nos dice la historia bíblica: Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, 1 Samuel 1:3, ¿ustedes creen que estos sacrificios eran agradable a Jehová?, la respuesta es no, este hombre practicaba la poligamia esto es un pecado contra el primer y sexto mandamiento, en este hombre encontramos el ejemplo de no producir el fruto que Dios quiere que produzcamos, este hombre es el ejemplo de muchos cristianos que hoy están confundidos porque creen que al leer la biblia y no llevar una vida coherente con lo que dice ella tiene una relación buena con Dios y con el prójimo, pero se engañan a sí mismos y es por esto que hoy tenemos esta Palabra que es verdadera y nos guía por buenos campos.
Si comparamos la tierra abonada por el Espíritu Santo con nuestro corazón, preguntémonos en este momento ¿Cuál es el fruto que está produciendo la Palabra en nuestras vidas? ¿Al Cien, sesenta o treinta? Esta parte de la parábola en su enseñanza es clara: da el fruto, y este sigue creciendo más. Ahora veamos si nuestro fruto está estancado o está produciendo cada día más. Usemos este versículo de Efesios 4:31 como una prueba y ver como está produciendo la Palabra de Dios es fruto: Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. La amargura está relacionada con la agresividad y el rencor; el enojo es un fuerte disgusto producido desde nuestro corazón; la ira es un estado de cólera donde queremos llevar a cabo todos nuestros deseos malos hacia el prójimo; la gritería hace parte de las discusiones donde subimos la voz y no escuchamos al prójimo; la maledicencia la podemos definir como una calumnia, difamación o engaño y en cuanto a la malicia es la mala disposición de ánimo hacia otra persona, generalmente escondida de una manera engañosa, en otras palabras es ser hipócrita. Si nosotros constantemente caemos en uno de estos pecados o en todos ellos es porque el viejo hombre esta dominando una parte de nuestra vida, si nosotros cada día somos conocidos como cristianos” gallitos de pelea” no tengamos duda que nuestra salvación está en peligro porque no estamos dejando que la Palabra haga su obra en nuestras vidas y es donde no solo pecamos contra los tres primeros mandamientos, sino contra los otros siete, es decir, contra los diez mandamientos. Si usted o yo venimos a la iglesia y solo nos damos golpes de pecho por nuestros pecados de esta semana, pero salimos de aquí sin frutos de arrepentimiento y en nuestra vida diaria no vivimos como cristianos es porque el diablo alimentó nuestro viejo hombre y no Dios al nuevo hombre, porque si nuestra vida está dando frutos infructuosos la muerte eterna nos espera por no dejar que el Espíritu Santo y la Palabra trabaje en nosotros.
Pero cual es la solución para que se quite de nosotros la amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y toda malicia, es dejar que el Espíritu Santo trate nuestro orgullo, todos nosotros los que estamos aquí por naturaleza mostramos nuestro orgullo porque decimos que nadie puede estar por encima de nosotros; Jesús nos enseñó en el sermón del monte lo contrario: 39a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; 40y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; 41y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Mateo 5:39-41, cuando nos comportamos como Jesús nos enseña en estos versículos es porque hemos entendido cual es el poder de la Palabra al cambiar nuestras vidas de incrédulos a creyentes, nosotros no podemos vivir como incrédulos porque el Espíritu Santo no vive dentro del incrédulo, pero si el Espíritu Santo vive en nosotros nos da la fuente de todo amor, la obra de Jesús, quien por amor de nosotros dio un fruto perfecto en su vida y esto lo demostró al predicar esta parábola mostrando que Él es el sembrador y que Él es la misma Palabra que no solamente escuchamos sino que la vivimos. Esta Palabra ha dado un fruto poderoso que es la Fe en la obra de Cristo, cada uno de nosotros conocemos el verdadero amor porque Cristo en su amor sembró al Palabra de Dios en nuestras vidas y en su amor hizo que el Padre en los cielos nos reconozca como sus hijos al ir a la cruz, Pablo escribió a Tito en 2:14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Hoy cada uno de nosotros somos purificados y por la misma resurrección de Jesús somos hechos pueblo de Dios y como tal nuestro creador quiere que nosotros seamos reconocidos como su pueblo en este mundo y la única manera de reconocernos es dejando que el Espíritu Santo produzca en nosotros frutos al cien, al cincuenta y al treinta, es decir, que constantemente mostremos que estamos vivos espiritualmente.
Ahora escuchemos y memoricemos como Dios produce frutos en nosotros, los cuales mostramos que somos hijos de Dios y la manera de hacerlo es dejar que el Espíritu Santo trabaje con la Palabra que nos dio el perdón y ahora produce en nosotros un nuevo hombre que ama servir al Señor de esta manera: Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4:32. Haciendo estas cosas cada día de nuestras vidas estamos demostrando que somos hijos, somos el pueblo de Dios que resplandece en este mundo. Volviendo a la historia de 1 Samuel podemos ver a Ana, ella era víctima del pecado de su esposo Elcana y sufría humillaciones de la otra esposa de él que, si tenía hijos, Penina, y Ana por la obra del Espíritu Santo no se dejó llevar por la amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Ella era una mujer pecadora como cada uno de nosotros y es una prueba que el Espíritu Santo puede hacer cosas grandes en nosotros y en la historia bíblica vemos como Ana dio fruto sin parar al orar, al ver la actitud egoísta de su esposo, Penina y el sacerdote Eli, ella solo recurrió a Dios orando por un hijo el cual se llamó Samuel. Ahora ¿nosotros que haremos? Somos alimentados por Dios al usar su Palabra poderosa quien hace que vivamos como su pueblo, y quiere que nos alejemos de todo aquello que haga producir en nosotros el pecado, si hay una persona que nos provoca o nos lleva al pecado, ignorémosla hasta que ella se canse, si hay un hábito en nosotros que produce el pecado, cambiémoslo por el estudio de la Palabra, la oración o el conversar con hermanos cristianos, si tenemos un problema en nuestro corazón no pongamos freno al Espíritu Santo sino que dejemos que sea la dinamita de la Palabra de Dios quien actué en nuestro nuevo hombre que cada día se va renovando hasta llegar a la vida eterna y mientras estamos en este camino guiados por el Espíritu Santo nunca el maligno ganará nuestra alma porque la Palabra esta en nuestro corazón y de allí no podrá salir, nunca caeremos en pedregales porque nuestra fe tiene raíces profunda en la Escritura y no importa lo que vivamos en este mundo siempre la Palabra nos mantendrá vivos y finalmente nunca seremos espinos porque nuestra verdadera riqueza esta en Cristo y su Palabra y esta riqueza es la que hace que constantemente seamos tierra bien abonada hasta que partamos de este mundo. Amén
Los Himnos:
Algunos himnos sugeridos:
Cantad al Señor:
38 Tu Palabra es mi cántico
Culto Cristiano:
109 Sosténnos firmes, ¡oh Señor!
110 Luz brillante, dulce y pura
111 ¡Oh Dios! Tu Verbo Santo
112 Padre, tu Palabra
113 Preciosa herencia otorga Dios
115 Tu Palabra, ¡Oh Santo Dios!
116 Tu Palabra, ¡Oh Padre Santo!
203 ¿Oyes cómo el evangelio?
253 A los pies de Jesucristo
296 Después, Señor, de haber tenido aquí
301 La Palabra hoy sembrada
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