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El tercer domingo después de epifanía

(Verde)

 

Tema del día: Siguiendo con el tema de la epifanía (literalmente “la manifestación”), vemos como Cristo se manifiesta como el Mesías (el “Ungido”) el cual cumple con todas las profecías del Antiguo Testamento.

 

La Colecta: Oh Señor, Dios todopoderoso, que siempre has abastecido tus siervos con los varios dones que proceden únicamente de tu Espíritu Santo: Te rogamos que no nos dejes desprovistos de tus múltiples dones ni de la gracia para poderlos usar siempre para gloria tuya y el bienestar de nuestros prójimos; por Jesucristo, tu Hijos, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

 

La Primera Lectura: Isaías 61:1-6 Hablando por medio del Profeta Isaías unos 700 años antes de nacer en la carne, Jesús explica que fue ungido, es decir, escogido por Dios para proclamar las buenas nuevas de la salvación a pecadores.

 

1El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; 2a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; 3a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya. 4Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones.

5Y extranjeros apacentarán vuestras ovejas, y los extraños serán vuestros labradores y vuestros viñadores. 6Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros de nuestro Dios seréis llamados; comeréis las riquezas de las naciones, y con su gloria seréis sublimes.

 

El Salmo del Día: Salmo 19

 

Al músico principal. Salmo de David.

1 Los cielos cuentan la gloria de Dios,

Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.

2 Un día emite palabra a otro día,

Y una noche a otra noche declara sabiduría.

3 No hay lenguaje, ni palabras,

Ni es oída su voz.

4 Por toda la tierra salió su voz,

Y hasta el extremo del mundo sus palabras.

En ellos puso tabernáculo para el sol;

5 Y éste, como esposo que sale de su tálamo,

Se alegra cual gigante para correr el camino.

6 De un extremo de los cielos es su salida,

Y su curso hasta el término de ellos;

Y nada hay que se esconda de su calor.

7 La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma;

El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.

8 Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón;

El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.

9 El temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre;

Los juicios de Jehová son verdad, todos justos.

10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado;

Y dulces más que miel, y que la que destila del panal.

11 Tu siervo es además amonestado con ellos;

En guardarlos hay grande galardón.

12 ¿Quién podrá entender sus propios errores?

Líbrame de los que me son ocultos.

13 Preserva también a tu siervo de las soberbias;

Que no se enseñoreen de mí;

Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión.

14 Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,

Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.

 

 

La Segunda Lectura: 1 Corintios 12:12-21,26-27 En los versículos que preceden esta lectura, San Pablo destaca la variedad de dones que existen dentro de su iglesia, y ahora explica que esta variedad no debe de ser causa de celos o división, sino de harmonía, como un cuerpo en que los varios miembros trabajan juntos para la gloria de Dios.

 

12Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. 13Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

14Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos. 15Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 16Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 17Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? 18Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso. 19Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? 20Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. 21Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.

26De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.

27Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.

 

 

El Versículo: ¡Aleluya! ¡Aleluya! Jesús iba por toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, y proclamando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. ¡Aleluya!

 

El Evangelio: Lucas 4:14-21 En la sinagoga de Nazaret, Jesús lee la profecía que sirve como la primera lectura para esta mañana, y anuncia a la congregación en Nazaret, “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.” Es decir que Jesús es el Mesías, el Ungido, que fue prometido en el Antiguo Testamento.

 

14Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. 15Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.

16Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo* entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

18 El Espíritu del Señor está sobre mí,

Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;

Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

A pregonar libertad a los cautivos,

Y vista a los ciegos;

A poner en libertad a los oprimidos;

19 A predicar el año agradable del Señor.

20Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

 

HOY EL UNGIDO PREDICA LIBERTAD A LOS CAUTIVOS

 

Salió una noticia mundial, a la una de la mañana el 7 de Julio del año pasado, un grupo de 28 mercenarios atacaron la casa del presidente de Haití, Jovenel Moise, y fue asesinado. En los días siguientes salieron más detalles, 26 de los mercenarios eran colombianos, algunos murieron en combate. Los sospechosos dicen que fueron contratados para secuestrarlo, no matarlo, y que lo encontraron en su casa ya muerto.

 

De todas maneras, es una historia muy fuerte que no se sabe toda la verdad. Los sospechosos fueron detenidos allí en Haití como prisioneros de guerra. Y muchos dicen que allí los están torturando, lo que pasa muchas veces a pesar de las leyes internacionales de guerra. Por mi parte no puedo imaginar ser prisionero de guerra así, lejos de casa, en el territorio del enemigo. Viviendo en un sótano y no sabiendo si es día o noche.

 

La Biblia muchas veces describe la vida de un creyente como guerra espiritual, y es una guerra cósmica, entre las fuerzas del bien y del mal, Dios contra Satanás, los ángeles contra los demonios, y estamos en medio de los disparos. Desafortunadamente al enemigo no le gusta jugar según las reglas, nos toma cautivos y no nos trata humanamente. Nos mantiene en un lugar sin sol y sin esperanza.

 

Desde este sótano espiritual escuchamos una voz que nos llama, y predica a nosotros. Es la voz de nuestro Libertador espiritual, el Ungido, el Cristo. Y nos habla desde un púlpito en Nazaret:

14Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. 15 Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. 16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.

 

Hace dos semanas fuimos al Jordán para ver el bautismo de Jesús. Vimos a Juan bautizarlo y cuando emergió del agua vimos el Espíritu Santo descender en forma de una paloma. Y escuchamos la voz de Dios desde el cielo dando el sello de aprobación. “Mi hijo amado en quien tengo complacencia.” Hace ocho días fuimos a Cana donde vimos a Cristo revelarse como Dios, haciendo su primer milagro, cambiando agua en vino en una boda que fue invitado. De allí fue por toda Galilea predicando y enseñando con la autoridad de Dios. Fue diferente que los otros maestros y mucha gente salió a escucharlo enseñar. Jesús fue a las sinagogas a predicar a los judíos, y muchos lo creyeron y lo glorificaron.

Entonces llegó por fin a su pueblo natal, Nazaret. Nació en Belén, pero creció en Nazaret. Y como siempre, fue a la sinagoga el día de reposo. Aquí vemos a Jesús nuevamente cumpliendo la voluntad de Dios, mostrando respeto por la Palabra y participando en el culto. Esto lo hizo porque era la voluntad del Padre, para darnos un ejemplo, pero también lo hizo en nuestro lugar, perfectamente cumpliendo el tercer mandamiento. Aunque era muy temprano en su ministerio y muchos no entendían su propósito, Jesús siempre lo tuvo en mente, haciendo la voluntad de Dios por nosotros. Por eso tuvo que estar en la casa de su Padre.

Y allí, lo reconocieron. Fue conocido ya por toda la región como un rabí, un maestro de la Palabra de Dios. Y como era su costumbre le concedieron el honor de predicar al rabí que vino a visitarles. Entonces se puso de pie en el púlpito. Y Jesús no empezó a inventar cosas para predicar, hizo lo que nosotros estamos haciendo en este momento estando alrededor de la Palabra de Dios y mi oración que siempre sigamos haciéndolo. Abrir la Biblia para predicar la Palabra. Le dieron el rollo de un libro que conoció muy bien y que le encantó leer y escuchar.

17Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

18 El Espíritu del Señor está sobre mí,

Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;

Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

A pregonar libertad a los cautivos,

Y vista a los ciegos;

A poner en libertad a los oprimidos;

19 A predicar el año agradable del Señor.

Todos allí conocían bien la historia de Isaías y el trasfondo de la situación en Israel. Isaías tuvo la tarea de predicar la destrucción del pueblo que no quiso escuchar. Profetizó acerca de su exilio en Babilonia, que Dios iba a usar naciones paganas para castigar el pueblo por ser ovejas desviadas. Los babilonios iban a tomarlos cautivos, tratarlos como prisioneros de guerra. Iban a cortar el árbol de Israel para que quede solo un tronco. Pero también profetizó Isaías que de este tronco iba a salir una vara, la esperanza del pueblo, un Libertador. Pero el pueblo no le hizo caso.

Años después de la muerte de Isaías sucedió exactamente lo que había profetizado. Cayó Jerusalén en manos de los babilonios, y el pueblo fue llevado al exilio, y allí vivieron 70 años como prisioneros de guerra, maltratados, pobres, cautivos en el territorio del enemigo. Y todo eso por su pecado, por seguir otros dioses. Cuando por fin regresaron de Babilonia todavía no había venido este Libertador que Isaías había profetizado. En su tierra siguieron con lo mismo, cayendo en la guerra espiritual. Cautivos por Satanás.

Podemos identificarnos con los Israelitas, ¿no? En nuestra guerra espiritual, el pecado nos trata como prisioneros de guerra. Reconocemos las veces que hemos pecado contra Dios y nos pesa. Las maneras en que idolatramos, contra el primer mandamiento. O las veces que no prestamos atención a la Palabra como debemos. Así somos pobres en nuestro espíritu, quebrantados de corazón, y esto no como cuando rompen los novios, sino que es un corazón contrito y triste por su pecado, el pecado nos cautiva y golpea, dejándonos heridos y ciegos, el mismo pecado nos ciega de otros pecados, y poco a poco tanto el cuerpo como el alma se debilitan. El pecado va ganando la guerra, porque el pecado no solo nos hace daño, nos mata para llevarnos al infierno, pero no de una vez, muy lenta y dolorosamente, se agota la esperanza, hasta que preferíamos morir.

Pero desde la cámara de tortura escuchamos una voz, la voz de un rabí en la sinagoga de Nazaret que dice que Dios ha ungido como alguien especial, el que va a librar a los cautivos, anunciar las buenas nuevas a los pobres, restaurar la vista a los ciegos y traer libertad a los oprimidos. Una gota de esperanza. Ya queremos saber más. ¿Quién es este Ungido? Y ¿Cuándo viene? Espero que pronto porque no aguanto mucho más. ¡Rabí, por favor dime, cuando!

20Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

¿Quién aquí hoy se siente cautivo por su pecado? Satanás nos lleva a lugares muy oscuros para torturarnos. ¿Quién aquí hoy se siente pobre del espíritu y quebrantado de corazón? Hemos ofendido el Dios poderoso y al prójimo, y merecemos su castigo, como Israel. Pero merecemos exilio eterno fuera de la herencia y las bendiciones de Dios. ¿Quién aquí hoy se siente como si fuera dejado ciego y herido por el pecado? Cuando estamos en el piso Satanás sigue golpeándonos, y el pecado no cede de herirnos.

Hoy, a todos nosotros Jesús nos dice, “Hoy, se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.” El Espíritu esta sobre él. Él está ungido para predicar buenas nuevas a los pobres. En el antiguo testamento reyes, profetas y sacerdotes fueron ungidos para su tarea. En su bautismo Cristo fue ungido para esta tarea, la tarea del Libertador que profetizó Isaías. De hecho, la palabra Cristo, el título de Jesús, significa Ungido, elegido. En hebreo la palabra Mesías significa lo mismo. ¿Y cuáles son las buenas nuevas que fue Ungido a predicar? El perdón de pecados. El ungido, el Cristo, es el único que puede librarnos de nuestro pecado porque vivió sin pecado. Obedeció perfectamente los mandamientos de Dios y se sacrificó a sí mismo una vez para todos, para poder decir al ladrón a su lado, “Hoy, estarás conmigo en el paraíso.” Y Cristo no se quedó muerto, resucitó al tercer día para acabar con el poder de la muerte, del pecado y del diablo. Y hoy mismo está en el cielo preparándonos una habitación, para que cuando venga el día de nuestra muerte vamos a estar completamente libres de todo pecado. Donde no habrá muerte, ni llanto, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron. Allí estaremos con él un día sin fin.

Entonces, hoy, 23 de enero 2022, ¿Qué hacemos? Hoy, creemos en el Ungido de Dios, el Cristo, nuestro Libertador, por quien ya no vivimos en un sótano espiritual, ni cámara de tortura. Vivimos en libertad espiritual. Hoy, tenemos esperanza solo por él. Damos gracias que Cristo se nos reveló como el Ungido, y lo hizo por medio de su Palabra. Volvamos a esta Palabra que es vida, porque es el mensaje de libertad para los cautivos y perdón de los pecados. Hoy y para siempre. Amen.

 

Los Himnos:

 

Algunos himnos sugeridos:

Cantad al Señor:

28 El profundo amor de Cristo

29 Fruto del amor divino

30 Jesús es la roca

31 Manos cariñosas

32 Oh, Verbo humanado

33 Soy el camino

34 Salvador, Jesús amado

72 Gloria al nombre de Cristo

 

Culto Cristiano:

27 ¡Cuán dulce el nombre de Jesús!

34 Levántate con gozo

35 ¡Gloria a Dios en las alturas!

128 Un solo fundamento (segunda lectura)

133 Amémonos, hermanos (segunda lectura)

202 Oí la voz del Salvador

203 ¿Oyes como el evangelio?

240 En Jesucristo, se halla la paz

251 ¡Oh, qué amigo nos es Cristo!

254 ¡Firmes y adelante! (segunda lectura)

404 ¡Hosanna al Hijo de David!


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