
El décimo domingo después de pentecostés
(Verde)
Tema del día: ¡Qué privilegio tenemos al poder traer nuestras oraciones a Dios! Aunque nuestro pecado nos hace enemigos de Dios, Cristo ganó por nosotros la justificación y reconciliación con Dios. Podemos pedir cualquier cosa de nuestro Padre celestial con la confianza de que nos escuchará y contestará nuestra oración para nuestro bien.
La Colecta: Oh Dios, protector de todos los que en ti confían, no hay ni fuerte ni santo sin ti: aumenta y multiplica tu misericordia para con nosotros, para que gobernados y guiados por ti, supremos lo temporal y alcancemos lo eterno; por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
La Primera Lectura: Colosenses 2:6-15 Por medio de Cristo, el verdadero Dios hecho hombre, hemos sido librados de la condenación que se encuentra en la ley. El perdón y la vida son nuestros en Cristo nuestro Salvador.
6Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; 7arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias.
8Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. 9Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. 11En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 12sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. 13Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
El Salmo del Día: Salmo 6
Al músico principal; en Neginot, sobre Seminit. Salmo de David.
1 Jehová, no me reprendas en tu enojo,
Ni me castigues con tu ira.
2 Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy enfermo;
Sáname, oh Jehová, porque mis huesos se estremecen.
3 Mi alma también está muy turbada;
Y tú, Jehová, ¿hasta cuándo?
4 Vuélvete, oh Jehová, libra mi alma;
Sálvame por tu misericordia.
5 Porque en la muerte no hay memoria de ti;
En el Seol, ¿quién te alabará?
6 Me he consumido a fuerza de gemir;
Todas las noches inundo de llanto mi lecho,
Riego mi cama con mis lágrimas.
7 Mis ojos están gastados de sufrir;
Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
8 Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad;
Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro.
9 Jehová ha oído mi ruego;
Ha recibido Jehová mi oración.
10 Se avergonzarán y se turbarán mucho todos mis enemigos;
Se volverán y serán avergonzados de repente.
La Segunda Lectura: Lucas 11:1-13 Cristo nos enseña a orar por medio del Padrenuestro. Podemos pedir a Dios nuestro Padre celestial en oración con la confianza que siempre nos contestará en amor.
1Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 2Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 4Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
5Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 11¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? 12¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? 13Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
El Versículo: ¡Aleluya! ¡Aleluya! Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. ¡Aleluya!
Texto Sermón: Génesis 18:20-32 Abraham pidió a Dios por los justos que moraban en Sodoma y Gomorra, mostrando la confianza que un creyente puede tener cuando pida a Dios en sus oraciones.
20Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, 21descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré. 22Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová.
23Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? 24Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? 25Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? 26Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos. 27Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. 28Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco. 29Y volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo haré por amor a los cuarenta. 30Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta. 31Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte. 32Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez.
FALTA EL TEMA DEL SERMÓN
Hay una ciudad, y Dios nos dice que esta ciudad se va a quemar, de pronto ustedes conocen esa ciudad que está llena de pecado e ignora la ley de Dios. Es una ciudad que celebra el libertinaje sexual y hace que el diseño de Dios sea arrastrado como el barro. Está llena de vicios y drogas, hay gente con poder que se aprovecha de personas vulnerables. Dios ha escuchado sus gritos y ya pronto viene el momento...
¿Cómo se llama la ciudad? Medellín, pero también se llama Bogotá, se llama Washington, Madrid y todas las ciudades del mundo entero. Entre las ciudades vemos diferentes niveles de crimen e injusticia, pero podemos colocarle cualquier nombre porque lo que digo es verdad de cada ciudad, ¡se va a quemar! Dios nos dice que se va a quemar, ninguna ciudad va a permanecer para siempre, como ningún país, ni imperio como lo muestra la historia puesto que cayeron Babilonia y Roma y, con esto entendemos que nada aquí es para siempre.
Dios nos dice que en el final del tiempo todo será destruido, ¿Por qué nos da esta información? Para que entendamos que nadie podrá parar la ira de Dios porque lo que Dios dice es firme. ¿Qué quiere que nosotros entendamos, y cómo quiere que respondamos? Dios nos da un ejemplo en Abraham para mostrarnos algo de nosotros, y su historia empieza con una ciudad.
Era una ciudad muy egoísta desde su fundación, Dios mandó al hombre para que se esparciera sobre la tierra, pero dijeron, “Hagamos ladrillos, construyamos una ciudad y una torre que llega hasta el cielo, y hagamos un nombre para nosotros.” En fin Dios les puso un nombre, Babel, que significa confusión, porque confundió su idioma para que no pudieran trabajar más, frustró sus esfuerzos, y como consecuencia de su pecado ya no entienden lo que hablaban ellos y se propagaron según sus idiomas, pero empezaron a crear sus propios dioses en sus grupos, Dios vio que había muchos grupos que se convirtieron en pueblo y ciudades pero todo el mundo estaba perdido.
¿Qué hizo Dios? Escogió un hombre, un hombre común y corriente, pero ya viejo, su nombre Abram y le dijo, "Vaya a una tierra que te voy a mostrar, te haré una gran nación, y voy a bendecir a todas las naciones por medio de ti." En la mañana del siguiente día empacó todo y se fue, junto con su esposa, su sobrino Lot y su familia. Cuando llegaron a la tierra Abram dejó que Lot eligiera la tierra que quisiera, y se estableció cerca de las ciudades de Sodoma y Gomorra, Abram se estableció en otro lugar y allí siguió esperando el cumplimiento de la promesa de Dios. Jehová afirmó esa promesa varias veces, le prometió que iba a tener un hijo, le mostró las estrellas y dijo: "Yo soy el Dios que te saqué de la tierra de Ur, de los paganos para venir a heredar a esta tierra. Y te prometo que tu descendencia va a estar como las estrellas." Abram siguió esperando, pero la impaciencia los llevó a tomar una mala desición entre su esposa y él, Sara dio a Abram su sierva para que tenga un hijo con ella, lo cual no fue el plan de Dios, entonces Dios volvió a afirmar su promesa a Abram cambiando su nombre a Abraham, lo que significa Padre de muchos, le dio el pacto de la circuncisión como señal de la promesa y pronto vino a visitar a Abraham, en la forma de un hombre, con dos ángeles, esta historia la escuchamos el domingo pasado. Abraham les mostró hospitalidad, y Dios le afirmó otra vez, pero esa vez más específicamente, “dentro de un año Sara va a dar a luz a un hijo.” Y Sara en la carpa "escondida" se rio. Pero Dios sabe todo. Sabía que se rio, y prometió nuevamente, "Entre un año volveré y tendrás un hijo."
Pero Dios tuvo otro propósito para esa visita. Y allí empieza nuestra historia de hoy.
16Y los varones se levantaron de allí, y miraron hacia Sodoma; y Abraham iba con ellos acompañándolos. 17Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, 18 habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? 19Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. 20 entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, 21descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré. 22Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová.
Quiero pausar aquí un momento. ¿Cuántas veces quisiéramos que Dios nos explicara lo que está pensando? ¿Por qué pasó esto a mí y a mi familia? En esa ocasión Dios decidió decir a Abraham lo que estaba pensando, pero mantuvo la fidelidad en cumplir su promesa con la descendencia de Abraham, quiso mostrar su justicia con una ciudad pecaminosa, y quiso que Abraham supiera. Entonces Dios se acercó a Abraham, los otros dos hombres siguieron rumbo a la ciudad, pero se quedaron allí Abraham y Jehová Dios, cara a cara, caminando juntos, y Dios le habló de la injusticia que había escuchado, obviamente no descendió porque no podía verlo desde el cielo, Dios sabe todo. Y siempre actúa sabiendo todo. Pero quiso dar a Abraham una oportunidad.
23Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? 24Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? 25Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? 26Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos. 27Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. 28Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco.
29Y volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta. Y respondió: No lo haré por amor a los cuarenta. 30 Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta. 31Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte. 32Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez. 33Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar.
¿Cuánto sería el numero para la ciudad en que vive usted, para que Dios no la destruyera? ¿Dios la salvaría por amor a cuantos justos? Es una pregunta hipotética, y no la podemos contestar, pero sabemos que no importa el número cuando nos enfrentamos con la ley del Juez de la tierra, no hay nadie que sea inocente. Pablo en su carta a los Romanos nos dice, “No hay justo, ni aun uno.” Cómo somos todos pecadores merecemos la misma cosa, fuego eterno. Junto con Abraham confesamos que somos polvo y ceniza, somos hecho de la tierra y volveremos a la tierra, y si recibiéramos lo que merecemos nuestras acciones, volvemos nada más que ceniza. Pero muchas veces vemos a otros que nos parecen más pecadores, los de la ciudad. ¿Y qué queremos? Queremos que reciban lo que merecen, que venga la justicia de Dios sobre ellos. Y ustedes saben cuáles pecados ven, así como si fueran imperdonables, nos hacemos el juez de la tierra, en lugar de Dios y el lugar de su palabra, en contra del primer y tercer mandamiento. En algo tenemos razón, que Dios sí castiga el pecado, pero lo que nos olvida es que por naturaleza estamos en la misma circunstancia. Lo pongo así: estoy en el piso más alto de un edificio y empieza un incendio, saco mi cabeza por la ventana y miro hacia abajo, “Tan tontos, dejaron prendida la estufa.” Y cierro la ventana para que no entre el humo. Estamos en el mismo edificio, y el fuego va a seguir subiendo.
¿Pero entonces como pudo Abraham bajar de ese piso del edificio quemando? ¿Y cómo pudo estar allí parado ante Dios? Recuerda que nadie es justo, ni aun uno, ni Abraham. ¿Recuerda cuando no confió en Dios para proveer el hijo como había prometido y tuvo un hijo con la sirviente de Sara? Porque cuando Dios le mostró las estrellas y le dio su promesa, “creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” La fe de Abraham fue basada en acciones firmes de Dios. lo sacó de la tierra de Ur, del remanente de la ciudad de Babel. Dios le trajo a una tierra que le había prometido, Dios afirmó su promesa. Dios vino a visitarle y a prometerle el hijo nuevamente y darle una oportunidad de abogar por una ciudad que se iba a quemar, y fue Dios quien siguió fiel a su promesa como siempre, y dio a Abraham un hijo exactamente como había dicho, y le hizo una nación, para que de esa nación viniera nuestro salvador, Jesús.
Y cuando Jesús vino a esta tierra, vio ciudades pecaminosas, y gente pecaminosa. Pero vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, Jesús vio a todos los pecadores y no quiso que les llegara el fuego eterno, tuvo compasión cuando nosotros tenemos ira, tuvo misericordia cuando nosotros tenemos odio, lo hizo en nuestro lugar. Y Jesús acercó al Juez de la tierra, a Dios Padre, lo miró en el ojo y dijo, “Honorable Juez de la tierra, yo sé que no lo han hecho bien. Pero yo sí, hice todo perfecto, y se lo regalo a ellos. Y Honorable Juez, deme su castigo, yo lo sufro, para que mis méritos cuentan como su justicia. Deja que salgan como justos, inocentes, ciudadanos fieles.”
¿En quién más vamos a confiar? Cuando escuchamos este mensaje el Espíritu cambia nuestro corazón, como hizo en Abraham, para que confiemos en nuestro Dios. Y para que le oremos como Abraham hizo. De ahora en adelante ¿Cómo vamos a orar a Dios?
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Oramos como polvo y ceniza. O sea, humildes, como Abraham dijo, no te enojes conmigo, ya que he atrevido a hablarte. Acercamos al Juez de la tierra. Que lo respetemos, hasta temerlo. Pero ese temor es diferente al miedo, porque sabemos que Dios quiere escuchar nuestras oraciones, y las escucha por nuestro mediador Jesús. Es por lo que venimos humildes y confesamos nuestro pecado a Dios, confiando en su perdón.
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Oramos a nuestro Padre, persistente. Somos hijos que no les da pena pedir por algo más que una vez. ¿Cuántas veces pidió Abraham por las ciudades para bajar el numero? Seis veces siguió pidiendo. No es por decir que paramos después de seis, Dios nos enseña estar persistente en nuestra oración, como dijo el evangelio de hoy.
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Oramos según su misericordia. Abraham entendía la misericordia de Dios porque la había experimentado. Entonces oró que Dios tuviera esa misma misericordia con Sodoma y Gomorra también. Que oremos por nuestra comunidad, ciudad, nuestro país, por los que no son justos, los que están perdidos en las cosas del mundo. Pero no oramos según nuestros méritos ni los de ningún otro, sino según la misericordia de Dios.
Confiamos que Dios nos escucha, aunque no siempre hace lo que pedimos, con Abraham, hizo más, Salvó a la familia de Lot, aunque en la ciudad no alcanzaron a los 10.
Mis hermanos, hay mucho trabajo que hacer en esta ciudad. Apenas hemos empezado. Por ahora, no sigo aquí trabajando con ustedes de esta misma forma, pero los invito que sigan conmigo orando por esta ciudad que he llegado a amar, y que ustedes aman también, y por las almas perdidas. Y oro que Dios les siga usando a uno por uno para ayudarles bajar de ese edificio ardiente. Porque en fin todo aquí se va a quemar, sea ciudad o vereda. Pero todos nosotros los justos, justos por la sangre de Cristo, seremos parte de otra ciudad mejor, la nueva Jerusalén. Espero verlos en el futuro, pero si no nos vemos aquí, nos veremos allá, junto con nuestro amado Padre y nuestro Señor que vive y reina, para siempre. Amén.
Algunos himnos sugeridos:
Cantad al Señor:
44 Amigos de Cristo
52 Hermanos cantad
80 A las montañas mis ojos con fe
83 Con qué paternal cariño
107 El Señor es mi luz
109 Padre nuestro
Culto Cristiano:
202 Oí la voz del Salvador
240 En Jesucristo se halla la paz
245 Lejos de mi Padre Dios
246 Mi fe descansa en ti
251 ¡Oh que amigo nos es Cristo!
253 A los pies de Jesucristo
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