
Meditación - 2023 septiembre 2
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Crónicas 24:1–12, Juan 21:15–19)
LA JUSTICIA AJENA DEL CRISTIANO (JUSTITIA ALIENA)
Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó.
Romanos 3:22–24
A través de los siglos las personas han imaginado que pueden hacer pactos con Dios por su propia iniciativa y que Él aceptaría las estipulaciones humanas. Así no falta quien pida a Dios: «Si me concedes ganar la lotería, daré la mitad a los pobres». Que tal petición no será concedida por el Señor es claro porque Él no actúa así (Deuteronomio 10:17) Del mismo modo la promesa «Si perdonas mis pecados, te prometo ser bueno de hoy en adelante» conlleva el mismo trasfondo: hacer algo bueno a cambio de conseguir un beneficio a favor nuestro. Tal actitud y proceder sólo muestra que únicamente haremos el bien si nos conviene. Es obvio que al Señor no le agrada eso. Por esto es muy saludable preguntarnos: ¿Cuál es la motivación detrás de las buenas obras que estamos haciendo?
Todos nacemos pecadores porque hemos heredado la naturaleza pecadora del Adán caído (Salmo 51:5; Romanos 5:18,19). Esto no significa que no hagamos obras buenas. Todos, inclusive los incrédulos y ateos hacen el bien, ya sea sinceramente o por interés. A ese bien, llamamos justicia. Todo bien hecho y reconocido como buen acto se denomina «justicia cívica». Sin embargo, puesto que no somos perfectos, ni hacemos el bien perfectamente, Dios no acepta nuestra justicia cívica como justicia. Delante del Señor solo las buenas obras hechas perfectamente son aceptadas como justicia. Es así porque Dios es perfecto. En su santidad y justicia, Dios dictamina que todo lo que hemos hecho es pecado y merece el infierno eterno (Romanos 3:18, 19, 22,23; Santiago 2:10). Solo Jesucristo y sus obras son aceptas a Dios como justicia, solo Él es justo y perfecto.
Dios quiere que todos sean salvos y que ninguno se pierda (1 Timoteo 2:4). Por eso envió a Cristo como nuestro sustituto para que sus buenas obras, su justicia, nos sea acreditada y que nuestro pecado sea cargado a Él. De este modo, por los méritos de Cristo, Dios nos declara justos ante Él. La justicia por la que el cristiano es salvo es una justicia ajena, es la de Cristo. En gratitud, vamos a querer hacer buenas obras de justicia, no para ganar el cielo, sino porque realmente queremos hacerlas como expresión de gratitud y testimonio de que ya somos salvos.
Oración:
No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni el infierno tan temido. Tú me mueves, muéveme el verte clavado en una cruz y escarnecido. Muéveme, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno, te temiera. Amén.
Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.
Más Contenido

Meditación - 2019 julio 18
Ver Recursos
Servicio - 13 enero 2019
Ver Recursos
Meditación - 2020 enero 30
Ver Recursos
Meditación - 2020 enero 01
Ver Recursos