(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Samuel 1, Lucas 15:17–23)

PROFECÍA QUE ANUNCIA AL REY JUSTO

¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de alegría, hija de Jerusalén! Mira, tu rey viene hacia ti, justo, salvador y humilde. Viene montado en un asno, en un pollino, cría de asna.

Zacarías 9:9

Durante el domingo de ramos pudimos meditar un poco respecto a esta profecía recordando la procesión en la que el Señor ingresó montado en un burrito a Jerusalén. Sus seguidores no solo habían colocado sus prendas de vestir como alfombras a su paso sino que también gritaban hosannas en regocijo. Sin embargo no deja de consternar el hecho de que el profeta nos anime a estar alegres y que inmediatamente que Jesús ingresa a Jerusalén comienza a llorar sobre ella dando inicio a la semana más triste de la historia. ¿Por qué el Señor nos dice que nos regocijemos si lo que va a suceder después que Jesús entra montado en el burrito es de lo más lamentable?

Aunque la entrada del Mesías montado en un burrito se cumplió literalmente hay un aspecto que es necesario aclarar al respecto. Usualmente un rey ingresaba a una ciudad montado en caballo dejando claro su poder conquistador. Para quienes lo miraban eso significaba haber ser sometido por la fuerza. Jesucristo usa un burrito para señalar que él viene en son de paz. Cristo vino no solo vino en son de paz sino que él mismo es nuestra paz. En su segunda venida también traerá paz. La iglesia que él instituyó lleva la paz con Dios por todo el mundo a través de la predicación del evangelio. Pero esta paz no es la «pax romana» obtenida con batallas victoriosas. Es la paz de Cristo que él logró al ser nuestro doble sustituto, pues él obedeció perfectamente la ley moral que nosotros no pudimos obedecer a la perfección y sufrió, en la cruz del Calvario, en lugar nuestro toda a ira de Dios que nosotros merecemos por nuestras transgresiones. En gratitud vamos a querer ser instrumentos de paz en sus manos para llevar la paz con Dios por todo el mundo.

Oración:

Dios de paz, haznos aptos en toda obra buena para hacer Tu voluntad, obrando Tú en nosotros lo que es agradable delante de de ti mediante Jesucristo, el príncipe de paz, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (HEBREOS 13:20-21)

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