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Meditación - 2023 marzo 1

(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 20:22–48, Lucas 14:7–14)

UN MENSAJE NO SOLO PARA LOS LÍDERES

Después el ángel de Jehová amonestó a Josué diciéndole: «Así dice Jehová de los ejércitos: Si andas por mis caminos y si guardas mi ordenanza, entonces tú gobernarás mi Casa y guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están te daré lugar.

Zacarías 3:6-7, Reina-Valera 1995

En cierta ocasión los escribas, —que eran expertos en las Santas Escrituras—, junto con los fariseos—destacados por su rigurosa disciplina religiosa—, trajeron a Jesús una mujer que había sido sorprendida en adulterio. Hicieron esto, no por obedecer a la Palabra de Dios, sino porque querían hacer quedar mal a Jesucristo. Ellos sabían que él defendía a los débiles y desamparados, especialmente a las mujeres, pero también que era conocido por cumplir la ley. Ellos le plantearon el asunto así: «Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices?» La única respuesta que Jesús les dio fue: «Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.» (Juan 8:4-5,7) Al oírlo se percataron que no los había movido el querer obedecer la Palabra de Dios, sino su propia sed de sangre. No trajeron al adúltero como manda la Escritura (Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22-24)

Aunque Jesús era el único que estaba libre de pecado, no le dio a esta mujer lo que ella merecía (la condenación eterna) sino lo que ella necesitaba (misericordia y amor ágape). Por esa misma razón le dio esta advertencia: «Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.» (Juan 8:11). Las circunstancias del texto que hoy meditamos son similares. El sumo sacerdote Josué estaba siendo acusado por Satanás y Jehová, en lugar de condenarlo por la eternidad, lo limpia de su pecado y le da una similar advertencia: «Si andas por mis caminos y si guardas mi ordenanza, entonces tú gobernarás mi Casa» Todos quienes llevamos adelante la obra de la iglesia (no importando si nos llamamos obispos, pastores, maestros, presidentes, líderes, etcétera) no somos más que pecadores merecedores de la condenación eterna que por misericordia divina tenemos el privilegio de servir en el ministerio público de la iglesia. Olvidar esto puede ser mucho más fácil de lo que comúnmente se cree. El que la misma advertencia fue dada a una mujer que no estaba en el liderazgo nos pone en alerta a todos. Los líderes que descuidan su llamado para ir tras la carne y los deseos mundanos ya no pueden gozar de la confianza que les fue otorgada. Por eso, y en gratitud al amor ágape de Cristo, vamos a querer elevar esta oración:

Oración:

Señor, por el poder de tu evangelio que está presente en los medios de gracia, haz que yo siga siendo fiel; haz que siga siendo obediente en gratitud por el gran precio que fue pagado para mi salvación sin yo merecerlo. Amén.

 

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