(Lectura de la Biblia en tres años: Jueces 20:1–21, Lucas 14:1–6)

CANTE ACERCA DEL AMOR DE DIOS

Listo está mi corazón, Dios… cantaré y entonaré salmos. ¡Despierta, alma mía! ¡Despertad, salterio y arpa! ¡Me levantaré de mañana! Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones, porque grande es hasta los cielos tu misericordia y hasta las nubes tu verdad.

(Salmo 57:7-10)

Algunas iglesias tienen servicios de adoración del Domingo de Resurrección. Esos servicios se llevan a cabo muy temprano por la mañana. El salmista David sería probablemente uno de los primeros en asistir a ese servicio. Nos dice en el Salmo 57: “cantaré y entonaré salmos… ¡Me levantaré de mañana!”. El motivo por el cual David quiere alabar a Dios es por la misericordia y la protección de Dios.

David se despierta temprano en la mañana y ve su arpa y dice: “¡Despertad, es tiempo de cantar!”. David cantó. Pero no sólo cantó acerca de la ayuda que el Señor le había dado. Cantó por el amor y la fidelidad de Dios que alcanzan hasta el cielo y conmueven a toda la gente.

David pensó en el amor y la fidelidad de Dios que mostraría a la gente del mundo enviándole su propio Hijo, Jesucristo. Hemos visto en la estación de la Pascua el amor y la fidelidad de Dios. A pesar del hecho de que su pueblo, el pueblo de Israel, había sido infiel, Dios cumplió sus promesas. Envió a Jesús para ser su Salvador. Jesús sufrió y murió. Entonces Jesús resucitó triunfante de entre los muertos, temprano el Domingo de Resurrección. La muerte y resurrección de Jesús conseguiría el perdón de los pecados y la vida eterna para toda la gente.

Por lo tanto, ¡despierten arpas y tambores, coros y niños! ¡Despierte todo el pueblo de Dios! Somos las naciones de las que David estaba cantando en este salmo acerca de la fidelidad de Dios. Que nuestros corazones despierten y alaben al Señor.

Oración:

Te alabamos, oh Dios, por tu fidelidad al enviar a Jesús para ser nuestro Salvador. Pedimos en oración que toda la gente del mundo pueda aprender de la salvación que es suya mediante la muerte y resurrección de Jesús. Amén.

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