(Lectura de la Biblia en tres años: Josué 7, Lucas 6:43–45)

JESÚS OBEDECIÓ A SU PADRE

Vino a Nazaret, donde se había criado; y el sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.

(Lucas 4:16)

Jesús vino al mundo a hacer lo que su Padre quería que él hiciera. Cuando encontró a una mujer en el pozo, Jesús dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra” (Juan 4:34). La vida de Jesús estaba llena de oración y adoración. Cuando era niño lo llevaron al templo en la ciudad de Jerusalén, como la ley lo requería. En Lucas capítulo dos aprendemos que, cuando Jesús tenía doce años, sus padres fueron al templo “conforme a la costumbre” a la fiesta de la Pascua. Los padres de Jesús lo encontraron en el templo cuando pensaron que se había perdido. Entonces él les dijo: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49).

No importaba lo ocupado que estuviera Jesús, nunca estaba demasiado ocupado para orar. A menudo, cuando su trabajo era difícil, pasó la noche orando. La noche antes de morir, aprendemos que Jesús oró en el huerto de Getsemaní. Como un ejemplo para nosotros, Jesús adoró y oró.

¿Somos siempre fieles en adorar y orar a Dios? ¿Asistimos a la iglesia regularmente? Recuerde lo que dijo Dios: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25). ¿Dice sus oraciones todos los días? Las respuestas a esas preguntas deberían estar claras en la mente de cada creyente. Deberíamos adorar y orar regularmente como Jesús lo hizo. Igual como nuestros cuerpos necesitan comida todos los días, así también nuestra alma necesita el alimento de la palabra de Dios todos los días.

Oración:

Señor Jesús, enséñanos a orar como tú oraste. Condúcenos a la palabra de Dios mediante el poder del Espíritu Santo. Amén.

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