(Lectura de la Biblia en tres años: Josué 15:13–34, Lucas 8:22–25)

ESCUCHE A JESÚS

Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió y se oyó una voz desde la nube, que decía: “Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd”.

(Mateo 17:5)

Pedro, junto con los apóstoles Jacobo y Juan, estaban en el monte de la transfiguración. Vieron: a Jesús, a Moisés, y a Elías, en toda la gloria celestial. Jacobo murió después siendo joven mientras que Juan, su hermano, murió anciano. Ahora Dios trata a aquellos a quienes ama de formas diferentes. Algunos pasan por muchas dificultades, otros pasan pocos apuros. Algunos siempre están saludables, otros con frecuencia están enfermos. Pero todos nosotros esperamos con ansia el momento cuando veremos a Jesús en toda su gloria celestial. En el monte donde se transfiguró, el Padre dijo de Jesús: “a el oíd”. Juan escuchó a Jesús. Escuchó cuando Jesús le dio el trabajo: “id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19).

A nosotros el Padre nos dice que escuchemos cuando el amor de Jesús nos llama a arrepentirnos de nuestros pecados. Escuche cuando Jesús nos dice que nuestros pecados son perdonados. Escuche cuando Dios nos promete estar con nosotros ya sea que estemos sanos o enfermos. Escuche cuando Jesús nos dice que trabajemos en su reino. Mostramos amor a Jesús expresando nuestro amor a otras personas, y ayudando a difundir las buenas noticias respecto a Jesús a otra gente.

Casi al final de su vida, a Juan se le dio una oportunidad especial de escuchar a Jesús. En una isla, llamada Patmos, cuando el Espíritu Santo hizo que Juan escribiera el libro de Apocalipsis, Juan dijo: “Me volví para ver la voz que hablaba conmigo” (Apocalipsis 1:12). Era Jesús y Juan lo escuchó. Vio a Jesús en toda su gloria, ésa es la misma gloria que el Hijo de Dios nos ha prometido a nosotros.

Oración:

Señor, ayúdanos a permanecer fieles hasta el final de nuestras vidas. Bendícenos con tu eterna gloria. Amén.

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