
Meditación - 2023 abril 10
(Lectura de la Biblia en tres años: 1 Samuel 27–28, Lucas 21:30–38)
TAN BUENOS COMO ANTES
Isaac se fue de allí, y acampó en el valle de Guerar, donde se quedó a vivir. Abrió nuevamente los pozos de agua que habían sido cavados en tiempos de su padre Abraham, y que los filisteos habían tapado después de su muerte, y les puso los mismos nombres que su padre les había dado.
Génesis 26:17-18
Hace algunos años atrás conocí a alguien cuyo apellido significa «el último vagón del tren». A muchos de nosotros no nos gustaría ser llamados últimos en ningún aspecto. Preferiríamos ser los primeros, pues pensamos que es mejor ser líder que seguidor o ser iniciador antes que continuador. En la vida espiritual los continuadores son tan importantes como los iniciadores y los últimos son los primeros (Marcos 9:33 cf. Mateo 20:1-16)
El patriarca Abraham salió de su país natal por mandato de Dios. En su recorrido por la tierra tuvo que acampar junto a su familia y rebaños en lugares desérticos. Para suministrar agua a todos los que de él dependían Abraham necesitó encontrar y abrir pozos. Su hijo Isaac no fue un descubridor de pozos. Fue un restaurador de pozos. Los enemigos de su padre se ocuparon en tapar los pozos que Abraham había abierto, pero Isaac volvió a abrirlos.
Hay muchas cosas en la vida terrenal que queremos continuar pero, por causa de los problemas, luchamos para hacerlo. También hay dificultades en nuestra vida espiritual. En la vida espiritual de las personas Satanás también cierra muchos pozos. Es posible que cierta persona haya escuchado el evangelio durante el ministerio de un elocuente siervo de Cristo y, sin embargo, al pasar el tiempo los afanes de la vida le hayan alejado de la fe. Tal persona puede ser atraída nuevamente a la verdad y a la vida eterna mediante un servidor de Cristo que no es tan elocuente, ni muy conocido pero que quiere ayudar a la salvación de su prójimo. Tal fue el caso del famoso predicador John Wesley quien cuenta que él se encontraba vacío de fe hasta que una noche escuchó a una persona que solo leía el comentario de Martín Lutero a la carta de San Pablo a los Romanos. Esa lectura llevó el evangelio a su corazón. La Palabra de Dios es poderosa y un sermón que Dios usó en el pasado para traer personas a Cristo tiene el mismo poder hoy que en ese entonces. Recordemos que no somos nosotros quienes damos convicción al corazón sino el evangelio de Cristo. Cristo mandó a la iglesia anunciar el evangelio a toda criatura. Puesto que no podemos hacerlo perfectamente merecemos toda la ira de Dios. Jesucristo obedeció perfectamente en lugar nuestro y padeció el castigo que merecemos por esto. En gratitud vamos a querer dar a conocer la palabra cuando sea oportuno y cuando no lo sea por los medios que estén a nuestro alcance.
Oración:
Señor, no he sido fiel en predicar tu palabra y por eso merezco tu condena. Pero tú me diste salvación por los méritos de tu Hijo. En gratitud quiero llevar la buena noticia a mi prójimo, concédeme poder hacerlo. Amén.
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