
Meditación - 2022 junio 3
(Lectura de la Biblia en tres años: Génesis 44:18–34, Mateo 14:1–5)
Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
San Lucas 22:42
Tenemos que observar una distinción al ofrecer nuestras oraciones. Cuando pedimos cosas que son necesarias para nuestra salvación, sencillamente debemos pedir sin poner ninguna condición a nuestras oraciones. Y Dios seguramente contestará nuestra oración, porque él ha prometido hacerlo. Nuestro Señor y Salvador dijo: "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" (San Lucas 11:13). Y "esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye." (1 Juan 5:14). Es otra cosa cuando pedimos algo que no es absolutamente necesario para nuestra salvación, y algo que Dios no nos ha prometido explícitamente. La fe de tan alto grado, como la de Pablo, por ejemplo, o aun la que poseyó Lutero, y dones particulares del Espíritu Santo, son dones espirituales verdaderamente preciosos, pero no son absolutamente necesarios para nuestra salvación, y el Espíritu Santo "reparte a cada uno en particular como él quiere." (1 Corintios 12:1 l). La misma cosa se puede decir en cuanto a la liberación inmediata de la tentación espiritual y la aflicción corporal. ¿Es esto necesario para nuestra salvación? Al contrario, ¿No es tal tentación y aflicción saludable para nosotros? ¿Y piensas que el gozo constante de buena salud, buena fortuna, una abundancia de los bienes de este mundo siempre son saludables para nosotros y nuestros seres queridos, o hasta necesarios para nuestra salvación? Al pedir tales cosas, (y ciertamente puedes hacerlo), aprende de Jesús, el mejor de los maestros. Cuando en el Huerto de Getsemaní tuvo que tomar esa copa de la más amarga agonía, oró fervientemente que se le apartara esa copa de él, pero agregó: "Padre, si quieres, pase de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya." Así tú también debes orar en todo asunto que no sea necesario para tu salvación. Déjalo a la voluntad de tu Padre celestial, que te ama con mucho cariño, y que seguramente desea tu salvación, si quiere darte estas cosas, y cuándo, y cuántas de ellas.
Oración:
Mi querido Padre Celestial, fiel Dios, estoy seguro que me amas y deseas mi salvación. Por esto te doy las gracias con todo mi corazón. Dame, querido Padre, tu Espíritu Santo, para que yo pueda tener la voluntad de dejar todo lo demás a tu misericordia y tu sabiduría divina, creyendo firmemente que con tierno amor y fidelidad me guardarás y en amor me cuidarás, hasta que me reúnas con la comunidad de tus elegidos en el cielo, quienes te alaban y glorifican en toda la eternidad. Amén.
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