
Meditación - 2022 julio 3
(Lectura de la Biblia en tres años: Éxodo 17, Mateo 20:29–34)
Esto es mi cuerpo. Esto es mi sangre.
San Mateo 26:26-28.
Dios en su palabra nos ha revelado las cosas que son necesarias para nuestra salvación. Si no descansamos entera y completamente sobre esta palabra, sino permitimos que nuestra razón interfiera, seguramente vamos a errar y a hacer toda clase de necedad. Así ha resultado que la iglesia reformada con todas sus variadas ramas y con varios nombres, dice que en la cena del Señor no recibimos el cuerpo ni la sangre de Cristo, sino solamente pan y vino, y que el pan y vino representan el cuerpo y la sangre de Cristo, que son meras figuras o imágenes del cuerpo y la sangre de Cristo. ¿Por qué torcer las palabras de Cristo, y cambiar su significado claro? Las palabras de Cristo son claras, muy claras, y un niño puede entenderlas: "Esto es mi cuerpo"; "esto es mi sangre." Y Cristo nos dice que nos da aquel cuerpo que fue dado por nosotros, y aquella sangre que fue derramada por nosotros. Y el apóstol dice por inspiración del Espíritu Santo: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? (1 Corintios 10:26). Y también dice: "Cualquiera que comiere este pan y bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor." (1 Corintios 11:27). De hecho, en la cena del Señor Cristo nos da su cuerpo con el pan, y su sangre con la copa.
En lugar del sacramento de la Pascua en el antiguo pacto, en el Nuevo Testamento Cristo ha instituido el sacramento de la cena del Señor, en donde en vez de la carne y de la sangre del cordero pascual, que fue solamente un tipo y figura del Cristo venidero, ahora, bajo el pan y vino, nos da el cuerpo y la sangre del verdadero Cordero Pascual, o sea, el suyo propio. Esto es lo que sus palabras realmente dicen. ¿Y quién, sencillamente para satisfacer su razón, se atreverá a socavar las palabras de la divina institución de un sacramento y las palabras del Testamento Divino del Salvador?
Oración:
Señor, que eres verdadero, todopoderoso, omnisciente, ayúdame a creer y confiar en todas tus palabras, tal como claramente dicen, también las de tu santa cena. Guárdame contra las interferencias y objeciones de mi razón depravada, para que no naufrague mi fe. Amén.
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