(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 34, 2 Pedro 1:1–2)

LA CALIDAD DE LO NUEVO

Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva, porque el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, se reventarán los odres, se derramará el vino y los odres se arruinarán. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos, y así ambos se conservan.

—Mateo 9:16–17

Todas las cosas tienen sus limitaciones. Lo nuevo es más resistente que cuando ya está viejo, gastado. También hablamos de nuevo cuando algo fue mejorado y se lo confeccionó con la intención de servir mejor que lo anterior que, en este caso, llamamos obsoleto. La diferencia está en que lo obsoleto no sirve ya a los propósitos para los que fue creado pues lo nuevo es mucho más eficiente y de mejor calidad. En cambio lo gastado todavía sirve pero ya no con la eficacia y eficiencia de lo recién elaborado.

Jesús nos reflexiona acerca de la relación entre las promesas del antiguo pacto y del nuevo pacto. Por medio de la comparación que presenta en el texto de la meditación de hoy, nos advierte de lo peligroso de querer combinar las promesas condicionales del antiguo pacto con las promesas incondicionales del nuevo pacto. ¡Cómo así?

El antiguo pacto prometía bendiciones de Dios con promesas condicionales. Si el pueblo cumplía las condiciones tendría bendiciones, de lo contrario les acaecerían las maldiciones. El nuevo pacto tiene promesas incondicionales para nosotros pues Cristo cumplió todas las condiciones en lugar de nosotros. Él obedeció perfectamente la voluntad de Dios para que nosotros disfrutemos las bendiciones como si las mereciéramos. En gratitud vamos a querer vivir vidas piadosas y consagradas a él.

Oración:

Señor, abre mis ojos espirituales para así poder ver tu amor, misericordia y perdón, cuando me alimentas por tus medios de gracia. Amén.

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