(Lectura de la Biblia en tres años: Daniel 3:1–12, 2 Juan 1–3)

LA NUEVA NATURALEZA HUMANA

En cuanto a su pasada manera de vivir, despójense de su vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; renuévense en el espíritu de su mente, y revístanse de la nueva naturaleza, creada en conformidad con Dios en la justicia y santidad de la verdad.

—Efesios 4:22–24, RVC

Uno de los beneficios del nuevo pacto es que por medio el bautismo hemos tenido un nuevo nacimiento y tenemos una nueva criatura que se opone al viejo Adán. Sin embargo todavía en nosotros permanece el poder de la carne, el poder del pecado rebelándose contra la voluntad de Dios. En el texto de la meditación de hoy, el apóstol Pablo nos exhorta a despojarlos de esa vieja naturaleza y al vestirnos con la nueva cómo podemos hacerlo

Así, como no pudimos hacer nada para nacer de nuevo tampoco podemos lograr un cambio importante en nosotros por nuestros propios esfuerzos. Hemos nacido por el poder de la palabra de Dios tal como está escrito. El evangelio es el poder de Dios para salvación. Dios nos dio el don de la fe gratuitamente tal como lo dice la Biblia: «por gracia sois salvos por medio de la fe y esto no de vosotros pues es don de Dios». Así como solamente por la palabra podemos nacer de nuevo, del mismo modo sólo el poder de la palabra puede hacer que nos despojemos del viejo hombre y nos revistamos del nuevo. Algunas personas imaginan que para despojarnos del viejo Adán sirven el ayuno y la oración. Pero los pecados son obras de la carne y no van a ser debilitados si no es por la palabra. El viejo Adán sólo puede ser frenado por la palabra de Dios. Escuchar la ley en todo su rigor y meditar en su sentencia de condena eterna para el pecador impenitente puede lograr que el pecador quede aterrorizado con la condena y en consecuencia clame por salvación. Una persona aterrorizada por la ley tendrá mayor disposición para escuchar el evangelio. Pero si no teme las advertencias de Dios, permanecerá en su impenitencia. Sólo el evangelio tiene el poder para hacer de nosotros nuevas criaturas, que en gratitud quieren servir a Cristo.

Oración:

Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso, tú que eres y que es, porque has tomado tu gran poder y has comenzado a reinar. Las naciones se han enfurecido; pero ha llegado el día de tu ira, el momento en que has de juzgar a los muertos; y darás la recompensa a tus siervos los profetas, a tu pueblo santo y a los que honran tu nombre, sean grandes o pequeños y destruirás a los que destruyen la tierra. Amén.

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