(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 47:13–48:13, 1 Juan 4:7–12)

NOS HIZO NACER MEDIANTE LA PALABRA DE VERDAD

Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación.

—Santiago 1:18

Los hijos de Adán heredamos de él nuestra naturaleza pecadora. Eso significa que somos pecadores no debido a los pecados que hemos cometido sino debido a que hemos nacido pecadores. Somos pecadores por naturaleza, por herencia. Ninguna decisión nuestra, ni nuestros mejores esfuerzos pueden lograr que dejemos de ser pecadores. Por eso Cristo dijo que para entrar al cielo era necesario nacer de nuevo. ¿Cómo sucede el nuevo nacimiento?

Los hijos de Dios somos cristianos, no porque seamos buenas personas, ni porque nos hayamos asociado a una iglesia. Uno es hijo de Dios por nacimiento. Ningún esfuerzo nuestro logrará que nazcamos de nuevo. Sólo el Espíritu Santo puede efectuar el nuevo nacimiento. Este milagro sucede sólo por el poder de la palabra de Dios. Así como cuando Dios creó todo el universo en siete días y lo hizo con el poder de su palabra ordenando que las cosas lleguen a existir. Del mismo modo la palabra del evangelio, las buenas noticias tienen el poder de perdonar, impartir fe y dar nueva vida. El Espíritu Santo obrando con la poderosa palabra de Dios nos hace nuevas criaturas. En el bautismo el agua no hace nada pues no tiene ningún poder, pero sí la palabra de Dios que es unida al agua. Esa agua es la que obra el nuevo nacimiento e imparte el perdón de pecados. Por eso el texto de la meditación de hoy dice que Dios nos hizo nacer mediante la palabra de verdad. Según la Biblia nosotros estamos muertos en delitos y pecados. Eso significa que no podemos hacer nada para salvarnos ni para nacer de nuevo. Es Dios con su poder y misericordia que nos da nueva vida y nos salva por el poder de su palabra. Todo el mérito es suyo pues nosotros nada podíamos hacer. Y todo eso es posible gracias a que Jesucristo vino como nuestro sustituto para vivir la vida justa que nosotros no podíamos vivir obedeciendo perfectamente la voluntad de Dios en lugar nuestro y para dar su vida en rescate de todos. En gratitud vamos a querer alimentarnos del evangelio para crecer en Cristo.

Oración:

Roca de la Eternidad, mí único Salvador: te pido que, por tu gracia, fortalezcas mi confianza y fe más firmemente en ti y en tu obra salvadora ya consumada. Concédeme crecer en la fe por el poder de tu evangelio de tal manera que en gratitud quiera vivir consagrado a ti. Amén.

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