
Meditación - 2022 enero 12
(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 37:15–28, 2 Pedro 2:15–22)
JESUCRISTO ES INMUTABLE, NO CAMBIA
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.
—Hebreos 13:8
Dios es eterno y no está sujeto al tiempo y al espacio. En otras palabras, Dios también es inmutable, es decir, es siempre el mismo, no cambia. Su rectitud, justicia, misericordia y amor son los mismos por eternidad.
Jesucristo es el hijo de Dios es decir que es Dios hecho hombre. Dios, el Hijo, permaneció siendo Dios antes, durante y después de su encarnación. Él no es un dios que se convirtió en ser humano. Para poder ser nuestro sustituto, y así obrar nuestra redención, Cristo asumió la naturaleza humana. Hizo todo eso por amor a nosotros. Su amor es eterno, no cambia; sus promesas son firmes.
Jesús vino como hombre para establecer el nuevo pacto. Jesús permaneció siendo Dios y así pudo obedecer perfectamente la voluntad de Dios en lugar de nosotros. Pero para poder para poder sufrir nuestro castigo tuvo que hacerse hombre e ir a la cruz para recibir toda la ira de Dios sobre sí mismo, pagando el castigo que merecemos por nuestros pecados. Aunque nunca dejó de ser Dios, él tuvo que ser un hombre para ser nuestro sustituto y así poder salvarnos. Él se limitó en sus atributos divinos al punto de vivir una vida totalmente humana.
Todo lo hizo para salvarnos, puesto que nosotros al ser descendientes de Adán nacemos pecadores y por eso merecemos el infierno eterno. Pero Cristo nos ama con amor eterno y no quiere que ninguno se pierda sino que todos procedan al arrepentimiento. Por eso ha dispuesto que la Iglesia imparta a los seres humanos de todo el mundo el bautismo para el perdón de los pecados. También, Jesús instituyó la santa cena para el perdón de los pecados, que junto con el evangelio que anuncia el perdón de los pecados, son los medios de gracia por los cuales recibimos los beneficios de la redención hecha por Jesucristo, Dios encarnado. En gratitud, vamos a querer vivir vidas santas consagradas a su servicio reconociendo que nuestro Salvador se hizo hombre para ser nuestro sustituto.
Oración:
Padre nuestro, te doy gracias que en el bautismo me hiciste tu hijo, un miembro de tu familia y beneficiario de las promesas del nuevo pacto . Amén.
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