(Lectura de la Biblia en tres años: Deuteronomio 31:24–29, Lucas 5:1–11)

HABLE A OTROS ACERCA DE LA GRANDEZA DE DIOS

Entonces María dijo: “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”.

(Lucas 46,47)

La virgen María experimentó muchas bendiciones maravillosas de Dios. El Señor estaba haciendo que creciera una nueva vida en ella, su Salvador estaba por nacer. El Señor le dio la fe para creer que con él todas las cosas son posibles. No nos extraña que María cante con gozo: “Engrandece mi alma al Señor”.

Nosotros también deberíamos pasar algún tiempo considerando la grandeza de Dios. Piense en: su poder, su misericordia, su santidad, su amor. El perdón de Dios es grande. Cuando estamos preocupados acerca de algún pecado, Dios nos perdona ese pecado. Recuerde por qué Jesús nació. “La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Jesús ama a todos los pecadores, y derramó su sangre y murió por toda la gente, eso lo incluye a usted. El perdón de Dios siempre es más grande que su pecado.

Tal vez esta Navidad lo encuentre a usted preocupado, por alguien a quien usted ama o por alguna enfermedad que usted tiene. Entonces recuerde que el niño que nació de María es Emanuel. Emanuel significa “Dios con nosotros”. Aun cuando no podemos ver a Jesús, siempre está cerca de nosotros. Él nos dio la promesa: “Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Sus brazos, poderosos y protectores, lo cuidan a usted y a aquellos a quienes usted ama.

Dios también nos puede consolar. Esta Navidad puede que usted extrañe a un ser querido que ya no esté con usted. A causa de Jesús, usted, y yo, y todas las demás personas, que muramos creyendo en Jesús como nuestro Salvador, podemos ver en el futuro el gozo interminable en el cielo y la paz perfecta.

El Señor ha mostrado y sigue mostrando su grandeza. Por eso: María, y los ángeles, y nosotros podemos cantar: “Engrandece mi alma al Señor”. ¡Hable a otros acerca de la grandeza de Dios!

Oración:

Señor Jesús, nunca permitas que olvide la grandeza de tu amor y misericordia. Guíame para alabarte siempre. Amén.

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