(Lectura de la Biblia en tres años: Deuteronomio 28:46–68, Lucas 4:16–21)

ADORE A JESÚS

“Tú, Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán…Pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán”.

(Hebreos 1:10-12)

¿Cuándo creó Dios a los ángeles que cantaron en el cielo la noche que Jesús nació? Juan capítulo uno nos dice que los ángeles, junto con el resto de la creación, fueron creados por “el Verbo [quien] se hizo carne y habitó entre nosotros”. Ese Verbo es Jesús, el niño que nació en Belén. El escritor a los Hebreos nos dice que Jesús es mayor que los ángeles. Jesús, el Hijo de Dios, estaba con el Padre y el Espíritu Santo poniendo las bases en la tierra. Piense en esto. El hijo del humilde carpintero, que tal vez sostuvo en sus manos madera y piedras para construir una casa, es quien creó este mundo con su poder divino. Preguntamos,

¿quién es este niño nacido en Belén? Los discípulos también una vez preguntaron: “¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?” (Mateo 8:27). Él es Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

Como Dios verdadero, Jesús no cambia. El mundo en el que vivimos se desmoronará y un día pasará. Pero nuestra lectura de la Escritura, una cita del Salmo 102, nos recuerda que Jesús no cambia. Él es siempre el Hijo de Dios, nuestro hermano y Salvador misericordioso. Nació en este mundo y llevó una vida perfecta; más tarde murió en la cruz por nuestros pecados. Ahora vive y reina en el cielo a la diestra de Dios Padre. Su promesa, segura e inalterable, es que vendrá en el día final. Resucitará nuestros cuerpos putrefactos de la tumba. Nuestros cuerpos y nuestras almas serán reunidos y glorificados; gozaremos la vida eterna en el cielo con nuestro Señor. Un ángel creado nunca podría hacer eso por nosotros.

Oración:

Señor, en este mundo cambiante, guarda nuestra fe centrada en tus seguras promesas de la salvación eterna, que son verdaderas e inmutables. Amén.

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