(Lectura de la Biblia en tres años: Deuteronomio 28:1–14, Lucas 4:1–6)

SEA HUMILDE

La soberbia del hombre le acarrea humillación, pero al humilde de espíritu lo sustenta la honra.

(Proverbios 29:23)

El orgullo es estimarse a uno mismo mucho más de lo que se debe. Cuando uno cae en el orgullo pecaminoso, sólo se ve a sí mismo, olvida al Señor, y eso conduce a problemas. Se equivocan las personas que se enorgullecen pensando en que pueden agradar a Dios con sus buenas obras y ganar un lugar en el cielo por las cosas que hacen se equivocan. En el Juicio Final, aquellos que confían en sus buenas obras descubrirán que estaban terriblemente equivocadas al querer ganar el cielo de Dios. Entonces serán enviadas al infierno.

La mejor forma de evitar el orgullo pecaminoso es recordando dos verdades. Primero, debemos confesar nuestros pecados y decir que somos seres humanos débiles y pecadores. Nunca podemos agradar a Dios por nuestras propias obras. Cuando creemos esas palabras acerca de nosotros mismos, nos humillamos ante Dios. Segundo, debemos decir que encontramos nuestra fortaleza en el Señor. En amor nos levanta y dice: “Te he perdonado todos tus pecados y te declaro justo por lo que Jesús hizo por ti. Murió en tu lugar como el castigo por tus pecados. Te amo, y estaré contigo, y te bendeciré en todo lo que hagas. El cielo será tuyo”.

Como pueblo de Dios, queremos evitar cualquier orgullo. Necesitamos ver nuestra vida a la luz de la ley de Dios y de su evangelio. En la ley, Dios nos dirige a ser humildes ante él, confesando nuestros pecados. En el evangelio, nos levanta y nos asegura su amor y salvación.

Oración:

Señor, por favor mantenme humilde por medio de tu ley y edifícame por medio de tu evangelio. Amén.

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