
Meditación - 2022 agosto 29
(Lectura de la Biblia en tres años: Levítico 15:14–33, Marcos 1:14–20)
ACUDIMOS A JESÚS EN BUSCA DE MISERICORDIA
Al entrar [Jesús] en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz diciendo: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”
Lucas 17:12-13
La Biblia no nos dice cómo fue que los diez leprosos oyeron acerca de Jesús, sin embargo, sabemos que las buenas noticias se esparcieron rápidamente. Tal vez los hombres oyeron a otras personas hablar acerca de Jesús y de los milagros. Por ejemplo, cuando Jesús calmó las tempestuosas aguas del mar de Galilea, o les dio la vista a ciegos y curó a sordos, o resucitó a algunos muertos. Jesús no era solamente un hombre común y corriente, y por eso su aparición en la aldea de los diez leprosos, los llenó a ellos de esperanza. Con razón los hombres alzaron la voz y gritaron: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”
Así como los diez leprosos, nosotros también acudimos a Jesús en busca de misericordia, porque él nos puede ayudar. Oramos en el nombre de Jesús porque sabemos que Jesús es verdadero Dios. Él es: nuestro Maestro, Señor, y el único Salvador. ¿Cómo lo sabemos? Nuestra información viene de la palabra de Dios que es cierta y verdadera. Los cuatro evangelios de: Mateo, Marcos, Lucas, y Juan, nos cuentan las obras maravillosas y las palabras bonitas que él dijo. Estos Evangelios no nos dejan ninguna duda acerca de quién es Jesús, porque nos muestran su poder y autoridad. Por eso sabemos que Jesús puede ayudarnos sin importar cuál sea la dificultad, y por eso San Pablo escribió en toda confianza: “Y el Señor me librará de toda obra mala y me preservará para su reino celestial” (2 Timoteo 4:18). Nadie que vaya a Jesús en busca de misericordia, será despedido ni quedará desilusionado.
Los diez leprosos no podían obtener misericordia de nadie más por lo que eran: marginados e impuros, es decir, que la gente no podía acercarse a ellos. Tampoco tenían nada que ofrecerle a Jesús, sino que hicieron lo único que podían hacer: confiar por completo a la misericordia de Jesús.
Tampoco hay lugar para el orgullo al acercarnos a Jesús. ¿Qué tenemos nosotros que Jesús necesite? Mucho más importante, ¿cómo podemos seguir viviendo sin Jesús? Espiritualmente no podemos ofrecerle nada. Por nacimiento estamos muertos en el pecado y sin nuestro Salvador tendríamos que pasar la eternidad en el infierno. No somos capaces de cumplir los mandamientos que Dios nos ha dado en la Biblia; entonces nosotros estamos perdidos por completo.
La única esperanza que tenemos es de pedirle misericordia a nuestro amoroso Salvador. Igual que los diez leprosos aprendamos a gritar con fe: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!” Jesús responderá a nuestras oraciones y nos dará el perdón y la ayuda que necesitamos, todos los días.
Oración:
Señor Jesús, en tu misericordia sigue oyendo mi oración. Sigue perdonado mis pecados y otorgándome la paz. Amén.
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