
Meditación - 2022 agosto 28
(Lectura de la Biblia en tres años: Levítico 15:1–13, Marcos 1:9–13)
EL GRAN CAMBIO
Pero Abraham le dijo, "Hijo, acuérdate de que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado"
Lucas 16:25
María, la madre de Jesús, supo por medio de un ángel que sería la madre del Salvador. Después de este acontecimiento ella cantó una hermosa canción en la que dijo: “Hizo proezas con su brazo; esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones. Quitó de los tronos a los poderosos y exaltó a los humildes” (Lucas 1:51,52). El gran cambio del que habló María en su canción de alabanza también ocurrió en la historia del rico y del pobre Lázaro. Durante su vida, al rico le fue fácil conseguir lo que quería por medio de los sirvientes. El rico daba una orden y se llevaba a cabo de inmediato.
Todo esto cambió después de la muerte. Desde el infierno el rico le pidió un favor pequeño a Abraham para que Lázaro fuera y le mojara la lengua con su dedo mojado. El rico pedía esto porque tenía sed y sufría un inmenso dolor en el infierno. Pero Abraham no podía permitir lo que pedía el rico debido a dos razones: Primero que nada, había un gran vacío entre el cielo y el infierno, que no se podía atravesar; la otra razón era que el rico recibió lo que merecía por su incredulidad, y por eso Dios lo bajó de su vida elevada y de poder.
Y, ¿qué pasó con Lázaro? ¿Recibió lo que merecía? ¿Es que había ganado el derecho de estar en el cielo al llevar una vida de enfermedad y de pobreza? Aunque muchos piensan de esta forma, ¡de ninguna manera fue así! Lázaro tampoco podía pararse ante Dios y exigir: “¡Dame lo que merezco!” Si así fuera, Lázaro hubiera recibido el mismo castigo eterno que el rico recibió.
Lázaro estaba en el cielo nada más que por la misericordia de Dios. En su gracia Dios lo llevó a la fe salvadora por medio de la Palabra y lo guio a través de ella por toda su vida. Al final de su peregrinación en la tierra, Dios envió a los ángeles para que llevaran su alma al cielo. Fue Jesús quien obtuvo estas bendiciones para él por medio de su vida perfecta y de su muerte inocente de cruz. Ahora Dios vio lo que Jesús hizo y perdonó a Lázaro.
En el último día del juicio final, todos los incrédulos serán despedidos por Dios sin nada, y todos los que creen serán consolados junto con Abraham en el cielo. Recibiremos las bendiciones del cielo, no debido a lo que hayamos hecho, sino debido a la gracia de Dios que no merecemos. Fue la gracia de Dios, la razón por la que él nos envió a Jesús para que fuera nuestro Salvador.
Oración:
Señor, sigue alejando de mí el orgullo, y guíame para seguir encontrando tu misericordia que no merezco. Amén.
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