(Lectura de la Biblia en tres años: Génesis 6, Mateo 3:1–12)

EL VERBO DE VIDA

Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos respecto al Verbo que es vida.

—1 Juan 1:1

¿Se ha preguntado usted alguna vez qué es la vida? La vida es algo tan sorprendente y maravilloso que no es fácil de definir. ¿Cómo así?

En nuestro universo visible encontramos que el reino mineral carece de vida. Las rocas, las montañas e incluso los gigantescos cuerpos estelares no poseen lo que llamamos vida. Por otra parte el reino vegetal sí tiene vida. Pero esa vida para continuar subsistiendo necesita ser alimentada. Por esto la gran mayoría de los vegetales y plantas, mediante procesos químicos orgánicos obtienen sus nutrientes del suelo y los transforman en el alimento necesario para subsistir.

Nosotros, los seres humanos pertenecemos al reino animal y no podemos procesar los minerales ni la luz solar como lo hacen los vegetales para obtener el alimento que nos permita subsistir. Necesitamos alimentarnos de otros seres vivos ya sean vegetales o animales. Las plantas viven de vida vegetal, mientras que nosotros vivimos de vida animal. ¿De qué vida vive Dios? Dios no necesita vivir de ninguna vida pues Él es la vida. Esto es precisamente lo que nos dice el texto de la meditación de hoy. Los apóstoles conocieron la vida eterna misma encarnada en Cristo. Ellos fueron testigos de esa vida. Esa vida que no subsiste de energía vegetal ni animal sino de la fuerza y poder espiritual de la Palabra de Dios. Sí la palabra de Dios es vida: hemos sido engendrados y subsistimos por la eternidad por el alimento de la Palabra, pues no solo de pan vivirá el hombre.

Oración:

Señor, Dios todopoderoso, te damos gracias porque te has dignado renovarnos con el don saludable de la cena del Señor que con el pan que alimenta nuestro cuerpo unido a las palabras de Jesucristo que nos dicen que su cuerpo y sangre entregados para nuestra salvación y que son nuestro alimento espiritual, te suplicamos que por tu gracia nos fortalezcas por medio de este mismo don en fe para contigo, y en amor ferviente el uno para con el otro; por Jesucristo, tu amado Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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