
Meditación - 2022 abril 29
(Lectura de la Biblia en tres años: Génesis 24:1–25, Mateo 8:1–4)
AQUÍ ESTOY. ¡ENVÍAME A MÍ!
Entonces oí la voz del Señor que decía: —¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros? Y respondí: —Aquí estoy. ¡Envíame a mí!
—Isaías 6:8
Cuando el profeta Isaías escuchó las palabras de la meditación de hoy fue movido por esa misma palabra a responder al llamado. Sin embargo, de inmediato se le dijo que sus oyentes en lugar de arrepentirse se endurecerían cada vez más hasta que «el país quede en total abandono» y «la tierra quede devastada». Sabiendo esto ¿Por qué entonces enviarlo a predicar?
La Biblia nos dice que cuando «Jesús recorría todos los pueblos y aldeas enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. «La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les dijo a sus discípulos—. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo.» (Mateo 9:35-38). Dijo esto porque realmente la cosecha es abundante. Eso significa que son muchos los que serán salvos por la predicación de la palabra. Aun así también habrá quienes se rebelen y endurezcan cada vez más y más. Cristo no nos envía a convertir a nadie, ni siquiera a ganar almas para Cristo. Él sólo quiere que prediquemos su palabra y dejemos que sea ella la que obre la fe en los oyentes. Cristo no nos llama a tener éxito, solo nos llama a ser fieles. Ser fieles no es solo comenzar a hablar lo que hemos oído. Por el contrario, implica estar seguro de que de verdad conocemos lo que hablamos. Ser fieles demanda que hagamos una clara diferencia entre exponer la ley y predicar el evangelio. Ser fieles es estar comprometidos a presentar la ley y sus amenazas en toda su dureza ante el pecador que está cómodo con su pecado, pero también anunciar el perdón gratuito e incondicional al pecador que aterrorizado sabe que nada puede hacer por sí mismo para salvarse. ¿Quién dirá: Aquí estoy. ¡Envíame a mí!?
Oración:
Señor, confieso que a mi viejo Adán le agrada pensar que algún mérito puedo tener para ganar la salvación o para serte agradable tratando de cumplir la ley moral. Pero tu palabra me enseña que todas mis buenas obras son delante de ti como trapo de inmundicia. A ti te agradan solo las buenas obras de tu Hijo Jesucristo. Gracias te doy porque esas buenas obras me han sido atribuidas a mi favor gratuitamente y porque sólo por sus méritos tengo la salvación. Concédeme permanecer firme en esta verdad y rechazar con firmeza y convicción la falsa doctrina del diablo. Amén.
Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.
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