
Meditación - 2022 abril 21
(Lectura de la Biblia en tres años: Génesis 18, Mateo 6:5–15)
SI FALTA CRISTO FALTA TODO
Ustedes, los que quieren ser reconocidos como justos por cumplir la ley, se han apartado de Cristo; han rechazado la generosidad de Dios.
—Gálatas 5:4
«Cristo es vida, no es religión». Es verdad que la relación del hombre con Dios es un asunto más bien personal y no de interés público. Pero no por eso deja de ser cierto que Jesús tiene que ver con la religión. La palabra religión significa relación y en la relación del hombre con Dios, Cristo cumple el papel decisivo. ¿Cómo así?
En forma sencilla podemos decir que en el mundo todas las religiones son en realidad dos: una en la que Cristo está presente y es indispensable y la otra, en la que Cristo no tiene tal relevancia. En esta última lo relevante es el individuo y sus acciones.
Puesto que la religión es la relación del hombre con Dios, en la religión natural, humana Cristo no es relevante. Sí lo es el hombre, pues es él quien obra para mantener viva la relación espiritual. Por esto es importante tanto lo que hace como lo que deja de hacer. En esta religión el hombre debe aprender y ser entrenado en las destrezas que lo mantienen en buena relación con Dios: reunirse, leer un libro sagrado y efectuar prácticas sagradas como obrar el bien, orar, ayunar, cantar y danzar. Mientras más de estas cosas sean hechas y con mayor perfección, mejor será la relación espiritual y con mejores resultados.
Muy diferente es la religión de Cristo. Allí el centro es Cristo. Nadie está bien con Dios a menos que sea gracias únicamente a lo que Cristo hizo. Ninguna buena obra o práctica tiene algún valor o efectividad si no es la que hizo Cristo. Aquí la aprobación divina solo se da cuando el mérito es de Cristo. Por esto Pablo les dijo a los Gálatas: «los que quieren ser reconocidos como justos por cumplir la ley, se han apartado de Cristo» Nuestras obras, por muy buenas que sean, delante de Dios son un mero trapo de inmundicia porque solo Cristo es capaz de hacer una verdadera buena obra. Cristo nos atribuyó sus buenas obras gratuitamente y solo por eso Dios las ha aceptado como nuestras, porque son las que hizo su Hijo Amado en quien tiene complacencia. En gratitud nosotros queremos hacer buenas obras, no para agradar a Dios sino porque nos nace hacerlas y queremos hacerlas.
Oración:
Señor, aunque no lo merezco, con tu justa vida me salvaste gratuitamente. Te suplico que mi vida entera esté consagrada a Ti, Señor. Que a mis manos pueda guiar el impulso de tu amor. Que mi tiempo todo esté consagrado a tu loor. Que mi mente y su poder sean usados en tu honor. Toma, ¡oh Dios!, mi voluntad, y hazla tuya nada más; Toma, sí, mi corazón y tu trono en él tendrás. Amén. (CC255).
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