(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 2:1–20, 2 Tesalonicenses 2:6–12)

LA FE PODEROSA

Pero que pida con fe, sin dudar, porque quien duda es como las olas del mar, agitadas y llevadas de un lado a otro por el viento. Quien es así no piense que va a recibir cosa alguna del Señor; es indeciso e inconstante en todo lo que hace.

—Santiago 1:6–8

«Con fe todo es posible» son muchas las personas que imaginan que con solo creer suficientemente fuerte alguna cosa eso vendrá a la realidad. Tal forma de pensar no entiende lo que es la fe genuina. Quienes se empecinan en afirmar que el obsesionarse con cualquier idea la traerá a la realidad solo creen en su fe. Es decir que tienen fe en su fe. ¿Qué hay de malo en esta manera de pensar?

Tener fe en la fe es una forma de idolatría sutil, pues Dios no comparte su gloria con nadie. La fe no es Dios y no tiene ningún poder en sí misma. Pero la fe genuina en Dios no confía en el poder de la fe sino en lo que Dios promete en su palabra. La fe genuina surge de la palabra de Dios y no solo afecta nuestra conducta puesto que penetra a lo más profundo de nosotros, el área espiritual. La fe es un don de Dios para los creyentes de modo que puedan vivir su tiempo de gracia en toda piedad e integridad.

Oración:

Señor, gracias porque por tus méritos me has permitido entrar en tu reposo. Me has iluminado con la luz de tu evangelio y me has dado vida nueva de tal manera que la luz de tu amor ya brilla en medio de mis tinieblas. Te suplico siempre brilles en mí. Brilla en mí reflejando la luz del Padre, tu glorioso evangelio de amor. Gracias a ti he sido lavado y tengo vida nueva. Amén.

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