(Lectura de la Biblia en tres años: Isaías 54, 1 Tesalonicenses 2:17–20)

EL ORIGÉN DE LA RIQUEZA MATERIAL

No se te ocurra pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos.”

—Deuteronomio 8:17

En nuestro mundo siempre han existido diversos tipos de personas ricas. Están por ejemplo los que se hicieron ricos quitando injustamente sus bienes a los demás, tal como los que roban, estafan, etc. También hay los que se enriquecieron en circunstancias casuales como los que encuentran un tesoro o aprovechan un sorpresivo cambio en la economía. Finalmente están los que se enriquecieron a través de duro trabajo y ahorro eficiente. Pero ¿es solo eso?

En realidad nadie es rico si Dios no se lo permite. La Biblia enseña que «Del SEÑOR es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan». Dios mismo dice: «Si yo tuviera hambre, no te lo diría, pues mío es el mundo, y todo lo que contiene.» (Salmo 24:1; 50:12). Puesto que realmente Dios es el dueño de toda la riqueza que los seres humanos poseen, siempre es pertinente darle gracias por lo que él comparte con nosotros y humildemente reconocer que la riqueza que se nos dio no la merecemos. Pero, nosotros los seres humanos, tenemos la inclinación a no ser agradecidos con el Señor y no acostumbramos a apartar nuestra ofrenda en gratitud al Señor de manera deliberada y sensata. Jesucristo sí lo hizo en lugar nuestro y también pagó en la cruz el castigo que merecíamos. En gratitud vamos a querer ser buenos administradores de las bendiciones de Dios.

Oración:

Señor, hay mucho que quiero conocer. Pero lo más importante ya me fue revelado gracias a tu amor y misericordia: Que somos salvos únicamente por los méritos de tu Hijo y no por los nuestros. Concédeme, Señor, el querer mantener mi mirada en ti y en tu obra redentora, de manera que la gratitud que me mueva a compartir el evangelio a los que no te conocen. Amén.

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