(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 29:15–32, Tito 2:1–6)

Libre

La palabra de Dios: Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.

Gálatas 5:1

Los esclavos traídos de África a mi país nunca tuvieron libertad. eran usados como maquinarias para producir dinero y riquezas. Vivían en lugares llamados barracas que consistían en naves grandes que parecían jaulas. Allí dormían sin las más mínimas condiciones para sentirse a gusto y descansar luego de un día de mucho trabajo. Vivieron días tristes. Sus hijos nacían en igual condiciones de esclavitud y maltrato desmedido. No sería, entonces, después que se pondría fin a esa esclavitud que sufrían que comenzaron a tener derechos a la vida, a la paz y a su propia libertad a la cual nunca tuvieron derecho.

En la actualidad muchas personas siguen viviendo en la esclavitud, pero una esclavitud espiritual y también material. Muchas personas aún no conocen a Cristo y están viviendo una esclavitud que radica en que se le está privando de la oportunidad de ser libres y salvos en Cristo Jesús. Otras personas viven esclavas de sus deseos carnales y se entregan a la lujuria y el deseo, olvidando que son esclavos de una felicidad casi sin vida, de un rato que no deja más que eso: placer. Y también existen las que se esclavizan del hacer obras, obras que hacen a viva voz y con el objetivo de buscar gloria terrenal para que le otorguen reconocimientos. En fin, todos de alguna manera u otra somos esclavos de algo.

Pero ahí está la buena noticia, un fin de esa esclavitud, un fin de ser esclavos. Ese fin a la esclavitud es Cristo Jesús. Cristo vino para hacernos libres. Nos libertó del yugo opresor que es el pecado que nos induce siempre al mal. Cristo quiere que seamos libres, y le invita a creer en él para ser libre y salvarte de la muerte eterna. ¡Que gran Libertador es Jesús! Sí, Cristo te ama, y me ama y ama a cada persona que habita en cada espacio de este planeta tierra creado por Dios.

Oración:

Padre celestial gracias por tus bondades y misericordia, gracias por liberarme del yugo de la esclavitud de la muerte y regalarme vida eterna en Cristo Jesús. Amén

Lea el Capítulo Completo Aquí