
Meditación - 2021 noviembre 7
(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 42, Hebreos 4:1–13)
GRACIAS POR LA VOLUNTAD REVELADA DE DIOS
Ellos le dijeron a Jeremías: —Que el Señor tu Dios sea un testigo fiel y verdadero contra nosotros, si no actuamos conforme a todo lo que él nos ordene por medio de ti. Sea o no de nuestro agrado, obedeceremos la voz del Señor nuestro Dios, a quien te enviamos a consultar. Así, al obedecer la voz del Señor nuestro Dios, nos irá bien.
—Jeremías 42:5–6
En el pasaje de la meditación de hoy, unos caudillos israelitas del tiempo de Jeremías buscaron al profeta para que consulte por ellos la voluntad de Dios y se comprometieron a obedecer la respuesta de Dios, cualquiera que sea ésta. Sin embargo a pesar de las advertencias, que incluyó la respuesta divina, del mal que les vendría si desobedecían ellos optaron por descartarla ¿Por qué?
Estos israelitas estaban huyendo asustados con el temor de que el rey caldeo Nabucodonosor los buscaría para matarlos. Planificaron refugiarse en Egipto. Pero algunos opinaron que sería bueno consultar a Jehová mediante el profeta Jeremías. Diez días después escucharon la siguiente respuesta divina: «Si se quedan en este país, yo los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré, porque me duele haberles causado esa calamidad. No teman al rey de Babilonia, al que ahora temen —afirma el Señor—; no le teman, porque yo estoy con ustedes para salvarlos y librarlos de su poder. Tendré compasión de ustedes, y de esa manera él también les tendrá compasión y les permitirá volver a su tierra.» (Jeremías 42:10–12). Aunque se habían comprometido a obedecer, no lo hicieron pues confiaban más en su propia sabiduría y su propio sentir que en la voluntad de Dios. Por eso no sorprende que hayan tenido que sufrir el mal que les fue anunciado.
Nosotros también pecamos igual cuando confiamos en nuestro propio criterio e intelecto por encima de la voluntad de Dios revelada en su palabra. Tal como está escrito: «¡Maldito el hombre que confía en el hombre! ¡Maldito el que se apoya en su propia fuerza y aparta su corazón del Señor! Será como una zarza en el desierto: no se dará cuenta cuando llegue el bien.» (Jeremías 17:5,6). Confiar en nuestro propio criterio por encima de lo que la palabra de Dios revela es un pecado de idolatría por el que meremos toda la ira de Dios. Cristo nos salvó de esa condenación al confiar perfectamente en Dios, el Padre y al recibir sobre sí nuestro castigo. En gratitud vamos a querer temer, amar y confiar en Dios sobre todas las cosas
Oración:
Señor, gracias porque mi vida está en tus manos y nada me sucede sin tu autorización. Por el contrario, tú haces que todo sea para mi bien en la tierra y para mi bienaventuranza eterna en el cielo. En gratitud quiero confiar plenamente en ti solamente y en tu palabra. Gracias porque es por mi bien. Amén.
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