
Meditación - 2021 noviembre 30
(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 1, Hebreos 11:18–24)
EL ORIGEN DE LA GRATITUD
Yo, en cambio, te ofreceré sacrificios y cánticos de gratitud. Cumpliré las promesas que te hice. ¡La salvación viene del Señor!
—Jonás 2:9
La gran mayoría de nosotros conoce la historia del profeta Jonás que fue engullido por un ser marino de gran tamaño a causa de su desobediencia. Lo que la mayoría ignora es cuál fue el resultado final de esa experiencia.
La desobediencia a Dios es grave y las consecuencias son terribles. Todo aquél que desobedece a Dios se rebela contra él haciéndose dios a sí mismo. Es como si dijéramos: «Mira, Dios tu mandas esto y yo mando lo contrario, no te obedeceré porque también yo soy otro dios». Dios no tolera la existencia de un rival y por eso viene la muerte eterna, es decir, el padecer toda la ira de Dios por la eternidad en el infierno.
Jonás, por su desobediencia, merecía toda la ira de Dios. Pero fue llevado al arrepentimiento. Un arrepentido es aquel que reconoce que merece la condenación. Cuando el Señor le perdonó, le atribuyó los méritos de Cristo, y aunque Jonás no pidió ser librado del pez, Dios mandó al pez vomitarlo pues su deuda estaba saldada. El arrepentimiento de Jonás es evidente, pues su oración es una acción de gracias por haber sido liberado del mar y haber sido perdonado de su pecado. El verdadero arrepentimiento tiene dos elementos indispensables. Uno es la contrición (corazón contrito) que es el genuino dolor y pesar por haber ofendido a Dios. El otro es la fe que confía en los méritos de Cristo para el perdón. Ninguno de estos dos elementos puede ser obrado por el ser humano. Ambos suceden únicamente por la obra del Espíritu Santo. Como está escrito: «Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!» (Efesios 2:4-5). El arrepentimiento genuino y la verdadera fe resultan en gratitud sincera: ¡Gracias sean a Él! Aun nuestra gratitud es obra de Dios: «El amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y él por todos murió, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.» (2 Corintios 5.14-15 RV95).
Oración:
Señor, confieso que por mi propia razón o elección no puedo creer en Jesucristo, mi Señor, ni acercarme a él. Sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y guardado en la fe verdadera y me motiva a amarte con corazón agradecido. De la misma manera llama, congrega, ilumina y santifica a toda la iglesia cristiana en la tierra, y en Jesucristo la conserva en la verdadera fe. por tus medios de gracia mantenme constante apreciando tu bondad y misericordia. Amén.
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