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Meditación - 2021 noviembre 28

(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 4, Hebreos 11:1–7)

ADORADORES EN ESPÍRITU Y EN VERDAD

Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

— Juan 4:23–24 RV 60

Cuando Jesucristo se encontró con una mujer samaritana en la población de Sicar, entabló una conversación con ella que dio lugar a una pregunta que los samaritanos solían callar. ¿Cuál es el verdadero lugar del santuario de Dios, el de los samaritanos o el de los judíos? Esta pregunta revestía especial importancia pues en el caso que un adorador rinda culto en el lugar equivocado, en realidad estaría perdiendo un valioso tiempo. Jesús deja claro que el verdadero lugar del santuario de Dios está en Jerusalén. Sin embargo le dice a la samaritana que llegó el momento de que ese asunto carezca de toda importancia. Pues Dios no estaría interesado en la adoración meramente ritual sino en una genuina, en espíritu. ¿Quiso decir Jesús que cualquier lugar es apto para adorar a Dios?

El aspecto que Jesucristo quiere resaltar de la adoración no consiste en el cómo debemos adorar a Dios sino más bien en el por qué. Tenemos la tendencia a hacer las cosas por mera costumbre y comodidad. Por esto el ritualismo es agradable a las personas sensibles a la religiosidad. Cristo nos habla de una adoración en espíritu y en verdad, es decir, genuina. La adoración que no quiere es la que se hace por el deber; aquella que es motivada por el deseo de ser una buena persona. Tal adoración no está enfocada en Dios sino en el adorador mismo, en lo que él hace para agradar a Dios: No fuma, no baila, ayuna, ofrenda y dedica tiempo a la fe todo motivado por el mandato. La verdadera adoración nace del corazón de un pecador desesperado que sabe que merece el infierno pero que no lo sufrirá gracias a que Cristo fue su sustituto. Esa clase de adoración es la que motivó a una mujer a lavar los pies de Cristo con sus lágrimas y a secarlos con sus cabellos. Ese día el santuario de Dios estuvo en la casa de un fariseo que no fue capaz de percibir la verdadera adoración. Que siempre adoremos al Señor en espíritu y verdad motivados por la gratitud a la buena noticia y no por el aguijón de la obligación.

Oración:

Señor, gracias te doy por tu palabra poderosa; pues mediante ella me das fe y me afirmas en ella para la vida eterna. Concédeme por el poder de tu evangelio presente en los medios de gracia, un corazón agradecido que me mueva a adorarte en espíritu y verdad. Amén.

 

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