(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 3:46–66, Hebreos 10:32–39)

EL DON QUE NO SE PUEDE EXPLICAR CON PALABRAS.

¡Gracias a Dios por su don inefable!

2 Corintios 9:15

A lo largo de nuestra vida surgen ocasiones en las que podemos contemplar las maravillas de la creación: un hermoso crepúsculo; la belleza de la aurora, el aspecto de un bebe recién nacido o el rostro gozoso de la madre que acaba de dar a luz, la alegría del niño que recibe un regalo. Pero hay un don divino para el cuál no existen las palabras que describan lo maravilloso que es. Ese es el don inefable por el cual el apóstol Pablo da gracias a Dios. ¿Cuál es ese don y por qué Pablo hace mención del mismo?

El don indescriptible del que Pablo habla es la gracia de Dios, de la cual habla en el versículo anterior: « Además, en las oraciones de ellos por ustedes, expresarán el afecto que les tienen por la sobreabundante gracia que ustedes han recibido de Dios.» (2 Corintios 9:15). A través de 2 Corintios 8 y 9, Pablo enfoca en que nuestros pensamientos se centren en la gracia de Dios. Nos recuerda la gracia del Hijo de Dios: «Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos.» (8:9). Por la gracia de Jesús disfrutamos de las riquezas del perdón, de una nueva vida, y de la promesa de la vida eterna. El evangelio de la gracia conmueve a los cristianos y les otorga tal gratitud que voluntariamente quieren expresarla por medio de las ofrendas sinceras que dan con gusto para el avance de la fe.

Oración:

Señor, el pecado nos ha dañado tanto que ni siquiera podemos buscarte ni buscar tu perdón. Por el poder de tu Palabra fuimos convertidos y llevados al arrepentimiento. Ese poder que es el puro evangelio ha llenado de gratitud nuestros corazones de tal modo que nos sentimos felices y privilegiados de poder contribuir al avance de la fe, pues nos das la confianza de tu provisión para nuestra subsistencia de modo que podamos ofrendar liberalmente. Por ese mismo poder perseveramos en la fe. Gracias Señor, por la locura de la predicación. Amén.

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