
Meditación - 2021 noviembre 1
(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 36:1–13, Hebreos 2:1–4)
NACERÁ EL SOL DE JUSTICIA
«Ciertamente viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa. Aquel día que vendrá, los abrasará, dice Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas para vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá el sol de justicia y en sus alas traerá salvación. Saldréis y saltaréis como becerros de la manada.
—Malaquías 4:1–2 (RV1995)
La vida en el planeta tierra no sería posible sin la luz. Son muy pocos los seres que subsisten en la oscuridad. Cuando Dios creó la luz y puso en el cielo al sol como lumbrera mayor y a la luna como lumbrera menor dijo: «Haya lumbreras en la expansión de los cielos, para separar el día de la noche; y sean para señales, y para estaciones, y para días y años» (Génesis 1:14, Versión Moderna). Sí, Dios creó el sol y la luna como señales que nos permiten calcular el tiempo y las estaciones, pero también como señales cósmicas que nos recuerden que todo proviene de Dios y que un día daremos cuenta delante de él de nuestra vida aquí en la tierra. En el texto de la meditación de hoy, Cristo es llamado «el sol de justicia» que trae la salvación. Así el sol es una señal de Cristo ¿Cómo así?
El apóstol Juan nos dice que «En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla […] Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos.» (Juan 1:4–5; 3:17–19). Pablo nos dice que Dios ha provisto todo lo necesario para que los seres humanos puedan habitar tranquilamente en la tierra, pero que ellos no le dieron gracias a Dios y se quedaron sumidos en la oscuridad adorando las criaturas en vez de adorar a Dios (Romanos 1:21). No ser agradecidos con Dios tanto por sus bendiciones materiales (como el pan diario) ni por sus bendiciones espirituales (la salvación gratuita) nos muestra que somos merecedores de toda la ira de Dios. Pero somos salvos de esa ira gracias a los méritos de Cristo. En gratitud por ello vamos a querer ser agradecidos con Dios.
Oración:
Señor, reconozco que soy pecador y no merezco llegar al cielo. Lo que sí merezco es toda tu ira por la eternidad. Pero gracias a la obediencia perfecta y a la muerte vicaria de tu Hijo Jesucristo he sido vestido con su justicia perfecta de modo que tengo libre entrada a tu presencia para confesar «¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!». Amén.
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