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Meditación - 2021 mayo 25

(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 146–147, 1 Corintios 16:1–4)

OFRENDANDO SABIAMENTE

El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya.

—1 Corintios 16:2

¿Cuánto cuesta? ¿Cuál es el precio? Son preguntas que escuchamos y decimos frecuentemente y que muestran que en general todo tiene un precio. «Nada es gratis en esta vida» reza un antiguo refrán pero ¿Realmente es así?

Muchas de las mejores cosas de la vida son realmente gratis: La luz y el calor del sol, el aire que respiramos, la lluvia que cae del cielo. Los hermosos atardeceres en el horizonte, el canto primaveral de las aves, y la belleza de las flores no solo son gratis sino también nos recuerdan que, al principio, en el paraíso todo fue gratuito. Es después de la Caída que Dios sentencia sobre el hombre: «Por cuanto […] comiste del árbol del que te prohibí comer, ¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida. […]. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente.» (Génesis 3:17–19). Sin embargo, Dios ha seguido proveyendo al ser humano lo necesario para su existencia de forma gratuita. Es más, la salvación del alma tuvo un costo altísimo, la preciosa vida del Hijo de Dios, pero Él la otorga gratuitamente: «son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús» (Cf. Romanos 3:24; Apocalipsis 22:17) Sin embargo, no ha faltado quien afirme que la salvación se paga en cómodas cuotas mensuales con los diezmos. ¿Es así?

No es así. Dios no ha mandado a nadie que cobre la salvación por medio de los diezmos. Si alguno está haciendo eso, es un falso profeta que se está condenando a sufrir la ira de Dios en el infierno. La salvación es gratuita y ya está pagada con la sangre de Cristo. Dios, el dueño del universo no necesita nuestro dinero. Sin embargo, él permite que los creyentes expresen su gratitud al dar ofrendas para colaborar en la extensión del evangelio por todo el mundo. Nadie está obligado a darlas. Pero quienes están agradecidos van a querer ofrendar. A ellos el Espíritu Santo les dice: «Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7).

Oración:

Concédeme, Señor, un corazón rico en bondad, sensatez y gratitud de tal manera que, del fruto de tus bendiciones, quiera apartar responsablemente lo necesario para cubrir mis gastos cotidianos sin descuidar el dar para contribuir con: ofrendas de gratitud para la extensión del evangelio; con los impuestos para mi país; y con mi aporte para ayudar al prójimo necesitado. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

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