
Meditación - 2021 mayo 11
(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 120, 1 Corintios 13:6–13)
¿QUÉ HACEN AQUÍ MIRANDO AL CIELO?
—Galileos, ¿qué hacen aquí mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido llevado de entre ustedes al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse.
—Hechos 1:11
Cuarenta días después de su resurrección, Jesús llevó a sus discípulos a Betania, una aldea a tres kilómetros cerca de Jerusalén, desde donde ascendió a cielo. Mientras ascendía, una nube lo cubrió. Los discípulos, al ver a su maestro ascender al cielo y que una nube lo cubría se quedaron asombrados y quietos. Fue necesario que dos varones con vestiduras blancas les digan las palabras de la meditación de hoy para que dejen de mirar al cielo. Pero ¿Por qué hacen eso?
La Biblia dice que «nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20, RVC), y Pablo nos exhorta: «Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Colosenses 3:1–2). Esto parece contradecir las palabras de la meditación de hoy. Sin embargo, no es así. Primero, porque en la Biblia la palabra cielo se usa, además de su sentido usual, para hablar de los asuntos espirituales. Por tanto, cuando la Biblia dice que concentremos en las cosas de arriba quiere decir que nos ocupemos de lo espiritual, de lo que tiene que ver con nuestro destino eterno con Dios. Segundo, el contexto de las palabras de los varones vestidos de ropa blanca nos muestra que los apóstoles, poco antes de que Cristo ascendiera al cielo, todavía tenían la esperanza de ser parte de un reino terrenal de Cristo. Cristo fue claro en decir que su reino no es de este mundo. Eso significa que no reinará en un trono terrestre, porque su reino es eterno y celestial, es decir espiritual. Después de las palabras de los dos varones, los apóstoles dejaron de soñar fantasías y se pusieron manos a la obra cumpliendo la gran comisión: haciendo discípulos en todas las naciones, bautizándolos en el nombre de la Santa Trinidad y enseñándoles todo lo que Jesucristo había mandado. En gratitud a la obra redentora de Cristo por la cual somos salvados vamos a querer hacer lo mismo.
Oración:
Señor, confieso que Jesucristo, verdadero Dios, engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre, nacido de la virgen María, es mi Señor. Que me ha redimido a mí, criatura perdida y condenada, me ha rescatado y librado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, no con oro ni con plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte. Y todo esto lo hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino y le sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como él, resucitado de entre los muertos, vive y reina eternamente. Esto es ciertamente la verdad. Amén.
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