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Meditación - 2021 mayo 10

(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 119:145–176, 1 Corintios 13:1–5)

¡SÁLVAME!

A ti clamo: «¡Sálvame!» Quiero cumplir tus estatutos. Muy de mañana me levanto a pedir ayuda; en tus palabras he puesto mi esperanza.

—Salmo 119:146–147

Cuando una persona comprende que no ha obedecido perfectamente la ley moral de Dios y que merece padecer toda la ira de Dios por la eternidad en el infierno no es extraño que entre en desesperación. A ese pecador desesperado, la Biblia manda predicarle el evangelio, es decir, las buenas noticias de salvación gratuita gracias a los méritos de Cristo. Dios, el Espíritu Santo, a través del poder del evangelio crea la fe salvadora que resulta en un corazón agradecido. Por gratitud el nuevo creyente quiere hacer buenas obras, no para ser salvo, pues ya es salvo en Cristo. Al crecer en fe, el creyente llega a amar hacer el bien y a odiar el pecado. Quiere vivir santamente sin pecar porque odia el pecado. Pero descubre un hecho desagradable que lo vuelve a llevar a la desesperación. ¿Cuál?

Descubre, lo mismo que Pablo, quien escribió: «No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco […] De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.» (Romanos 7: 15,19). También lo descubrió Pedro cuando juró que no negaría a Cristo, pero lo hizo. ¿Por qué sucede esto? Simplemente porque imaginamos que somos más fuertes que el pecado y la tentación. Pablo escribió: «Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo.» (Romanos 7:21-23). Cuando el salmista del texto que meditamos hoy suplica: «¡Sálvame!», no pide ser librado del infierno, pues sabe que ya es salvo solo por los méritos de Cristo. El salmista pide ser salvado del poder del pecado, tal como cuando nosotros oramos «y no nos dejes caer en tentación» solo Dios puede impedir que caigamos en tentación, por esto Jesús dice: «Oren para que no caigan en tentación.» (Lucas 22:40) En gratitud a la salvación gratuita obrada por Cristo vamos a querer orar así. Pero como el salmista vamos a poner nuestra esperanza en el evangelio pues es el poder de Dios para salvación

Oración:

Señor, confieso que por mi propia razón o elección no puedo creer en Jesucristo, mi Señor, ni acercarme a él. Sino que el Espíritu Santo me ha llamado mediante el evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y guardado en la fe verdadera. De la misma manera llama, congrega, ilumina y santifica a toda la iglesia cristiana en la tierra, y en Jesucristo la conserva en la verdadera fe. En esta iglesia cristiana diaria y completamente él me perdona a mí y a todos los creyentes todos los pecados. Y en el último día me resucitará a mí y a todos los muertos. Y nos dará vida eterna a mí y a todos los que creen en Cristo. Esto es ciertamente la verdad. Amén.

 

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