
Meditación - 2021 marzo 30
(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 78:55–72, 1 Corintios 1:1–9)
¡Llego la hora!
Jesús les respondió diciendo: —Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado.
Juan 12:23
No hay fecha que no se cumpla, ni plazo que no se venza, dice un conocido refrán, que usamos en muchas ocasiones, cuando esa fecha que parecía muy lejana ha llegado, cuando ha llegado el momento de entregar un proyecto, e incluso cuando las vacaciones se han acabado.
Nuestro Señor Jesucristo, en las diferentes disputas que tuvo con los líderes religiosos, él se escapó de que lo apedrearan o lo apresaran, y vimos que todo esto es porque aún no había llegado el tiempo en el que entregaría su vida por el mundo. Pero ahora ha llegado el momento, ha llegado el momento en el que él llevará una carga sumamente pesada, el pecado de todo el mundo, Él lo sabía muy bien, y sabía perfectamente lo que le esperaba unos días más adelante. Ahora, cuando recibe a los griegos que quieren verlo, vemos que la salvación no es solo para judíos, sino aun para los gentiles, quienes son de todas las naciones fuera de Israel.
Lo interesante en las palabras de nuestro Señor es que no dice que será humillado, golpeado y muerto en una cruz, lo muestra como algo glorioso, dice: “llegó la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado” y nos preguntamos ¿Qué gloria hay en ser azotado, injuriado y crucificado como un criminal? La gloria se encuentra en que, mediante esa humillación, Él ganaría la salvación para todo el mundo, para los judíos y también los griegos, para todas las naciones de la tierra donde su obra seria anunciada, y de la cual nosotros hemos sido beneficiados, las buenas noticias de Salvación nos fueron predicadas, la fe nos fue concedida, y nuestros pecados fueron perdonados.
Nuestro Señor Jesucristo, ha sido glorificado, no sólo al ganar por nosotros el perdón de nuestros pecados en la cruz, sino que sabía lo que venía después. Él no se quedaría en la tumba, resucitaría lleno de gloria, la gloria que le pertenece sólo a Él, y es la gloria que quiere compartir contigo.
Oración:
Bendito Padre, que enviaste a tu Hijo, y cuando llegó la hora, él entregó su vida por nuestra salvación, abre mis labios para que pueda compartir la gloriosa salvación que tu Hijo ha ganado por nosotros. En su nombre te lo pido. Amén.
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