(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 68:11–35, Romanos 13:7–14)

¿Ver para creer?

… pues este hombre hace muchas señales

Juan 11:47b

Una de las frases que recordamos de Tomas, es que hasta que no viera y tocara las heridas de Jesús resucitado, no creería que estaba con vida. Esa frase la usamos mucho cuando nos cuentan algo que ha sucedido y que es algo que parece no ser real, necesitamos verlo “con nuestros propios ojos” para poder creerle. Decimos: ver para creer, pero en verdad hay cosas tan sorprendentes que aun cuando están pasando frente de nuestros ojos, no lo podemos creer.

Esto mismo vemos en los principales sacerdotes y fariseos, al oír sobre la resurrección de Lázaro, obrada por Jesús, y de que muchos están creyendo en Él, ellos siguen planeando acabar con Jesús. Ellos no niegan las señales que Jesús está haciendo, aún más dicen: “este hombre está haciendo muchas señales” estaban viendo algo sorprendente, no solo su predicación era con autoridad, sino que venía acompañada de muchas señales y grandes milagros. Ante ellos estaba el Hijo de Dios, mostrando su Poder, mostrando su conocimiento del Padre, y cumpliendo al pie de la letra las promesas que Dios había hecho en el Antiguo Testamento. Pero ellos aun viendo, no creyeron, al contrario, lo vieron como amenaza.

Actualmente pensamos que, si tan solo la gente pudiera ver un milagro, muchos creerían, aun nosotros en algún momento pedimos una señal de que Dios existe, buscamos a un Dios que cumpla nuestros caprichos y nos de todas las pruebas que le pedimos. La realidad es que las señales y milagros las tenemos día tras día, pero no las queremos ver. Sólo cuando Dios nos da la fe, podemos apreciar todos los milagros que pasan día a día. El primero y más grande milagro es este: un pecador como tú y como yo que va camino al infierno, es rescatado, perdonado su pecado, y llevado camino al cielo, ¡Qué milagro tan sorprendente! Pero no lo apreciamos hasta que Dios nos enseña el costo de la salvación, el sacrificio y muerte de nuestro Señor Jesucristo, algo aparentemente no tan sorprendente como los milagros que esperamos, pero es el mayor de todos.

Oración:

Bendito Padre, gracias por el milagro de la salvación que me has permitido ver a través de tu Palabra, ayúdame a valorarlo cada día de mi vida. Lo pido en el nombre de Jesús. Amén

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