(Lectura de la Biblia en tres años: Salmo 63–64, Romanos 11:30–36)

Nadie te arrebatará de su mano

Nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre, que me las dio, mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.

Juan 10:28b-29

Todos tenemos cosas de gran valor, cuando decimos gran valor, no siempre hablamos de valor monetario, hay cosas que aun cuando su valor monetario sea poco, para nosotros puede ser lo más valioso. No siempre lo tenemos guardado donde nadie lo pueda ver, a veces un anillo de nuestro abuelo, una foto de nuestra familia, y claro está nuestra familia, por ejemplo: cuando salimos a la calle con nuestros hijos pequeños, los llevamos de la mano, y hacemos lo posible para no soltarlos, porque son de mucho valor para nosotros.

Así de valiosos somos para nuestro Señor Jesucristo, nos lleva bien agarrados,  nadie puede arrebatarnos de su mano. Podríamos pensar orgullosamente, soy valioso porque me he portado muy bien, porque yo siempre hago lo que Él me pide, porque no soy como otros que no quieren escuchar ni obedecer a Dios. Pero la verdad es que el valor que tenemos para Él, no depende de nosotros, o de lo que hemos logrado, porque lo único que hemos logrado es desobedecer y hacer nuestra propia voluntad, nuestro valor lo hemos recibido de gracia, un regalo de Dios que no merecemos.

Nuestro valor proviene de Jesús, de lo que Él hizo por nosotros, El sí obedeció perfectamente a su Padre, y lo hizo en nuestro lugar, cargó todos nuestros pecados, sufriendo el castigo que merecemos por ellos, es por eso que tenemos un gran valor para Él. Nadie nos arrebata de su mano, porque sería arrebatarnos de la mano del Padre, ya que el Padre nos puso en la mano de su Hijo, y el Padre es mayor que todos, por lo tanto, no hay nadie con el poder suficiente para quitarnos de su mano, esto nos enseña algo muy importante que veremos mañana.

Estamos en buenas manos, en las manos de nuestro Señor Jesucristo, en manos del Padre, Él nos cuida, protege y sustenta en cada momento y nos lleva consigo hasta la vida eterna.

Oración:

Bendito Padre, gracias por el cuidado que nos tienes, porque nos das abrigo y sustento, pero más aún porque nos llevas en tu mano hasta la vida eterna por los méritos de tu Hijo Jesucristo. Amén

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