(Lectura de la Biblia en tres años: Proverbios 7:11–27, 2 Corintios 4:1–6)

Me ha tocado

“...Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz."

Lucas 8:48

Si nos tomamos unos minutos y leemos en la Biblia el evangelio de Lucas capítulo 8 y sus versos del 41 al 48 podemos ver una muestra de fe, amor y salvación. La historia nos narra un suceso poco usual. Una mujer, cuyo nombre no se revela en la Biblia, padecía una enfermedad que nadie, ni siquiera los médicos, habían podido curar. Fue entonces cuando esta mujer, al ver que Cristo estaba caminando cerca de ella, quiso tocarlo. Estaba segura de que su poder podía sanar. La multitud era muy grande y existía dificultad para llegar a Jesús, pero se esforzó y logró tocar el borde de su manto. Su fe la llevó a confirmar también que la promesa de Dios de enviar un Salvador era verdadera, puesto que al instante, fue sanada de su enfermedad.

¡Qué historia tan bella! No sólo vemos la muestra de fe ferviente de la mujer, sino que vemos también el amor de Jesús, porque su poder no sólo habitaba en su piel sino también en sus ropas y le dio la posibilidad a la enferma de ser curada. Y, por supuesto, podemos apreciar el evangelio cuando Jesús le dice: "...Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz." (Lucas 8:48).

En muchas ocasiones nos sentimos afligidos por sucesos o enfermedades que padecemos, y nuestra fe se debilita a causa del diablo y el pecado lo que nos puede llevar a dudar del amor de Dios. Pero tenemos un ejemplo que debe servir de inspiración: la mujer que fue salvada por su fe. Aunque no sabemos su nombre, la mujer de esta historia debe servirnos de inspiración debido a la inmensa fe que le tenía a su Salvador. Es bueno también explicar que, aunque a veces Dios no nos sane o no nos saque de un problema determinado, debemos ir en paz como le dijo a la mujer porque sabemos que si creemos en Jesús, seremos salvos y estaremos libres de la muerte eterna.

Oración:

Padre celestial, gracias por enviarnos a tu único hijo para salvarnos y librarnos de la muerte. Ayúdanos a fortalecer nuestra fe para nunca abandonar tus caminos. Amén

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