
Meditación - 2021 junio 11
(Lectura de la Biblia en tres años: Proverbios 12, 2 Corintios 6:6–13)
El paraguas
Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron
Juan 20:29
¿Cuántas veces usted ha creído algo que le han contado? Las respuestas pueden variar porque, a veces, si no se tiene certeza de que es un suceso real o no se tienen pruebas visuales a veces no se cree en esa fuente de información. Pues esto le sucedió a uno de los discípulos de Jesús que luego de la resurrección de su Maestro duda sobre ello y se muestra como una persona incrédula. Sus convicciones lo hacen afirmar que si no ve y toca las heridas de Cristo no podrá creer en su Resurrección. Pero Jesús se muestra paciente y amoroso y ¿qué hace?, pues, le dice: "Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado..." (Juan 20:27) Jesús le muestra amor y comprensión y le hace ver para que crea que es verdad que derrotó al diablo y venció la muerte a causa de cada uno de nosotros.
Luego Jesús le dice "y no seas incrédulo, sino creyente" (Juan 20:27) No miremos mal la posición de Tomás porque ciertamente el pecado original nos lleva en muchas ocasiones a dudar de la existencia de Dios. ¿Cuántas veces no ha escuchado "si Dios existe porqué..."? Muchas personas dudan de Dios porque nunca han escuchado de sus maravillas o porque simplemente el pecado lo aleja de Dios.
Por tal motivo nunca dudemos de Dios porque siempre está con nosotros y nos da una nueva oportunidad llena de amor como se la dio a Tomás enseñándole que "bienaventurados los que no vieron, y creyeron." (Juan 20:29)
Hoy en la actualidad, el reto para un cristiano es demostrar con acciones que creemos en Cristo y no quedarnos inmóviles al solamente decir yo creo en Cristo, siempre recordando que somos salvos por gracias y no por obras.
Es parecido a lo que sucedió en esta historia: un pueblo estaba siendo golpeado por una fuerte sequía y decidieron ir al centro de éste y pedir a Dios que lloviera y así prosperar. Cuando llegó el día, todos reunidos en el lugar, se dieron cuenta que solamente una niña llevaba paraguas. Ella confiaba en Dios y no quería mojarse.
Oración:
Padre celestial, gracias por tu amor y misericordia, por querernos sin medida a pesar de nuestras imperfecciones. Gracias por enviarnos a Jesús como nuestro Salvador. Amén
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