(Lectura de la Biblia en tres años: Eclesiastés 1, Gálatas 3:6–10)

UNA ESPINA ME FUE CLAVADA EN EL CUERPO

Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara.

2 Corintios 12:7

El apóstol Pablo fue uno de los siervos del Señor que recibió mayor revelación teológica y doctrinal. Él mismo confiesa que ese nivel de experiencia podría arrastrarlo a sentirse superior a los demás creyentes y que para frenar tal posibilidad le fue clavada una espina en el cuerpo.

No sabemos en qué consistía tal espina. Pero sí sabemos cómo y con qué propósito le fue dada esa aflicción: Fue Dios mismo quien asignó esa espina a Pablo. El apóstol confiesa que Dios tenía un propósito amoroso al darle tal aflicción: «Para que no me enaltezca». Esa espina era una aflicción que continuamente le iba a traer a la memoria que él todavía era un débil mortal pecador, y que dependía por completo de la gracia de Dios. Aunque ese aguijón es también un mensajero de Satanás no significa que el diablo está en control de la situación.

Es claro que la aflicción la ejecuta Satanás y que lo hace con el propósito de dañar al creyente. Dios lo permite, pues aunque el diablo obra con la intención de robar, matar y destruir, el Señor hace que suceda en el tiempo y lugar favorables para que el ataque satánico resulte en un bien mayor. Cuando parezca que todos nos han abandonado recuerda que Dios es fiel. El apóstol dice que ese aguijón que le fue dado por Dios es un mensajero de Satanás. Con respecto a esto Satanás fue un instrumento sin saberlo. Satanás habría visto el aguijón como una oportunidad de hacerle daño a un hijo de Dios, pero Dios usó ese aguijón para llevar a cabo su buen propósito de mantenerlo en humildad.

Oración:

Señor, hazme un instrumento de tu paz, concédeme que yo no busque tanto ser consolado, como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque, sólo por tus méritos es que: dando, recibimos; perdonando, somos perdonados; y muriendo, somos resucitados a la Vida Eterna. Amén.

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