(Lectura de la Biblia en tres años: Proverbios 29, Gálatas 1:17–24)

EL AVIVAMIENTO DEL AZOTE

La vara de la disciplina imparte sabiduría, pero el hijo malcriado avergüenza a su madre.

Proverbios 29:15

Desde hace muchos siglos atrás los padres han incluido el azote como parte de la práctica de la disciplina para sus hijos. Esta práctica fue censurada y condenada a partir de los libros del Dr. Spock quien argumentaba que el azote traía más males que bienes en la vida de los hijos ¿Tenía razón?

El tiempo y la experiencia demostró que la eliminación total del azote no trajo los resultados positivos que se esperaban. Por el contrario, las generaciones que vinieron con este cambio resultaron estar entre las más desorientadas y frustradas. El propio hijo del Dr. Spock terminó suicidándose. Ante tales resultados muchas agrupaciones religiosas pregonaron un «avivamiento del azote» argumentando que la palabra de Dios lo exigía. ¿Realmente es así?

Aunque existen varios pasajes que parecen apoyar tal idea, la misma Biblia no tiene un solo texto claro que dé respaldo a todo azote a los hijos. Esto es cierto puesto que la Biblia habla de disciplina y esto implica práctica y ejercicio. Dios quiere que los hijos de una familia crezcan regidos por reglas simples y permanentes y no por los cambios temperamentales de sus padres que optan por azotarlos cada vez que les «hacen renegar». Teniendo en cuenta que «la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.» (Santiago 1:20), la Biblia nos exhorta: «ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor.» (Efesios 6:4). Por causa de nuestro pecado hemos fallado al disciplinar a nuestros hijos y por eso merecemos el castigo y la ira eterna de Dios. Cristo nos salvó de ese terrible destino cumpliendo la voluntad de Dios perfectamente y sufriendo por nosotros el castigo que merecemos. En gratitud, vamos a querer aplicar la disciplina como resultado de nuestra salvación y motivados por la gratitud a Dios por salvarnos

Oración:

Haz, Señor, que la luz de tu Palabra brille siempre en nuestros hogares. Guarda a nuestros niños en la verdadera fe que les impartiste en el Santo Bautismo; y da tu gracia a todos los padres para que puedan criarlos en tu fe y en la obediencia a tu voluntad. Amén.

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