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Meditación - 2021 julio 22

(Lectura de la Biblia en tres años: Cantares 6–7, Efesios 1:3–14)

LA COMUNIÓN DEL SACERDOCIO DEL CORDERO DE DIOS

«Los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios. Y entonaban este nuevo cántico: «Digno eres […] porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra.»

Apocalipsis 5:8–10

En cierta ocasión escuché a un telepredicador decir que «Dios siempre escucha todas las oraciones. Pero a veces responde sí, a veces no, y a veces, espera» ¿Es esa afirmación una respuesta bíblica?

La verdad es que esa afirmación es bonita pero no es bíblica. La Biblia enseña que Dios no escucha la oración del impío, tal como lo confiesa el salmista: «Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado». (Salmos 66:18). Sí, Dios no escucha todas las oraciones (aunque, por su omnisciencia, las conoce todas). De acuerdo con el texto de la meditación de hoy, solamente las oraciones de los santos están en la presencia de Dios. Pero esos santos no son admirables creyentes que ya están en el cielo. Por el contrario, son creyentes comunes y corrientes que todavía están vivos en la tierra. Esos creyentes son llamados santos, no porque nunca hayan pecado. Son llamados santos porque descansan en los méritos de Cristo para su salvación y no en sus propias buenas obras. Estos creyentes son los sacerdotes del Cordero y por eso todo su ministerio está regido por la enseñanza de Jesucristo. Son sacerdotes gracias a los méritos del Cordero de Dios y le sirven por gratitud a la salvación. Lo hacen en comunión, y teniendo presente, que gracias a esos méritos de Cristo, por los medios de gracia, recibimos el perdón. Y así, ya perdonados, nuestros ruegos son escuchados

Oración:

Bendito Señor Jesucristo, tú eres mi redentor, el Cordero de Dios que se entregó para salvarme de la condenación eterna y limpiarme de mi pecado. Por tu gracia me hiciste parte de tu reino de sacerdotes. Concédeme, por tus medios de gracia, que te sea fiel y permanezca en comunión contigo viviendo en toda piedad e integridad mientras espero tu venida. Amén.

 

Lea el Capítulo Completo Aquí


Meditaciones son presentadas por Producciones Multilingües-WELS y www.academiacristo.com. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional. Todas las citas bíblicas, a menos que se indique lo contrario, están tomadas de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, NVI®. Copyright © 1986, 1999, 2015 por Biblica, Inc.™ Todos los derechos reservados en todo el mundo.

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